jueves, 20 de enero de 2011



EL TIO SAN PEDRO (Chascarrillo)
Fernán Caballero

«Había en Sanlúcar de Barrameda una hermandad de San Pedro, que pensó en hacerle al santo en su día una función de las buenas. Aviaron de un todo la iglesia, que pusieron como nueva; compraron la cera y apalabraron al predicador, a los cantores y a los músicos.

Estando la víspera vistiendo al santo, cate usted que se les cae de las manos y se hace pedazos, incluso el gallo, que se le quebró una pata y que se descrestó.

¡Aquí de los apuros! ¿Qué se hacía? Los hermanos estaban cuajados, ahilados, de manera que si se les hubiese puesto un papel en la boca se ahogaban. El hermano mayor, al que no se le iban las marchanas, propuso que se llamase a un zapatero de viejo, que por su perfecta semejanza con el santo, le habían puesto por nombre “tío San Pedro”, para que, durante la función, vestido con la ropa del santo, ocupase su puesto en el altar mayor.

Cuando se lo propusieron al buen zapatero dijo que nones, porque mientras estuviese él llorando en el lugar del santo, no había éste de estar en el suyo remendando los zapatos que tenía que entregar.

Al fin, por una onza que le ofrecieron se convino; lo vistieron y lo colocaron en el camarín, y era tal la identicidad, que cuando acudió la gente a la función, nadie se pensó que el San Pedro de aquel año fuese de carne y hueso, y menos de que a cada uno de por sí le hubiese remendado los zapatos que llevaba puestos.

Todo fue bien al principio; pero poco a poco se iba cansando el tío San Pedro de estar en la misma positura; dábanle unas fatigas y unos mareos, que veía al predicador y al púlpito boca abajo, y no digo nada, cuando en el sermón, que acertó a ser muy largo, se le fue al predicador el santo al cielo y se atascó en el paso en que canta el gallo. Al tío San Pedro un sudor se le iba y otro se le venía. “Sí, hermanos, no lo dudéis, decía y volvía a decir el predicador, el gallo cantó”:

– “Y usté, ¿cuando dejará de cantar?, que es usté más pesao que un rano?”, le gritó el tío San Pedro, a quien ya se le había acabado el aguante.

Al oír aquella reconvención del santo, el predicador cayó accidentado, y las gentes echaron a huir atropellándose en la puerta y diciendo:

--”¡Jesús, vaya un genio que tiene San Pedro, y en tocándole lo del gallo pierde su mercé los estribos!

[Semanario Pintoresco Español, 23 de Mayo de 1852, p. 167. Fotografía del altar de San Pedro, en la Parroquia Mayor de Sanlúcar de Barrameda, (c) Salvador Daza, 2011]