jueves, 29 de septiembre de 2011

LA ÚLTIMA PROYECCIÓN DEL TEATRO PRINCIPAL DE SANLÚCAR

Foto: (c) Andrea Guerra

El domingo, 2 de Septiembre de 2001 se realizó la última sesión cinematográfica del Teatro Principal de Sanlúcar de Barrameda, que se inició a las 11 de la noche. La película fue todo un aviso: "2001: Despega como puedas", protagonizada por Leslie Nielsen y proyectada en la Sala 1. En la Sala 2 ponían "Enredos de Sociedad", con Warren Beatty y Diane Keaton. Los niñatos que estaban en esta última sesión hablaban y comían como descosidos. Lanzaban latas de refrescos al aire cuando terminaban de beber y estábamos allí muertos de miedo de que nos dieran con  una de ellas. El sonido de la película era tan fuerte que algunas veces hacía inaudible algunos fragmentos de la cinta.. . Al final de la proyección nos quedamos absortos, pensando en que ya nunca más volveríamos a ese cine en el que tantos sueños habíamos fabricado. El último espectador que quedó en la sala, después de nosotros, se quedó dormido...¡Bonita metáfora!....

Posteriormente, el Teatro quedó cerrado mientras se desmontaba todo su mobiliario y se preparaba el local para su venta y posterior demolición. Existía un “magnífico proyecto”, y así nos lo vendieron los políticos y empresarios de la época, para construir en el solar un exuberante y modernísimo “centro comercial” del que Sanlúcar carecía y que sería la solución “mágica” para la endémica crisis económica de la ciudad.

Pero uno de los momentos más trágicos de la enajenación de este gran edificio cultural fue sin duda la venta por parte de sus propietarios, del Archivo de Carteles del Principal a una empresa de Sevilla, que ésta recogió en una camioneta, a pelo, como si fuesen ladrillos. En este depósito se conservaban todos los carteles almacenados durante más de un siglo de existencia. Este expolio ocurrió en la tarde del miércoles 10 de octubre del mismo año 2001. El archivo se guardaba en una sala alta, libre de humedad, y tenía un magnífico estado de conservación, como se puede comprobar por los ejemplos que nos ilustran las fotos de Andrea.

Con todo ello perdimos un gran patrimonio sentimental y artístico, pues tanto estos fondos documentales como otros muchos de carácter histórico que se guardarían en otros lugares podrían haber formado parte de un gran museo local, siempre prometido y nunca logrado en nuestra ciudad.

Poco tiempo después, el Teatro Principal cayó completamente, fue víctima de la piqueta, como otros muchos lugares de la memoria colectiva sanluqueña. Pocos lloraron por él, todos le dieron por perdido en nombre del “progreso”. Recuerdo que una de las promesas que a este respecto nos hicieron fue que el moderno complejo que se iba a levantar en el impresionante solar iba a albergar varias salas pequeñas de cine, para que se perdiese el lugar como referente cinematográfico.  Pero no fue así. Quien sabe si, de haberse cumplido esa promesa el centro comercial que hoy subsiste a duras penas hubiera tenido mayor vida.
Foto: (c) Andrea Guerra

A quien suscribe le cupo el honor de colaborar en uno de los últimos actos públicos que allí se organizaron: la presentación del libro “Sopa de Cine” de Juan Carlos Palma, que tuvo lugar en la Sala 2 el 23 de Marzo del citado año 2001, en cuyo evento acompañé desde el piano, como en los viejos tiempos, una película muda de Charlot. Resultó una experiencia inolvidable y que ponía un honroso punto y final a una existencia gloriosa. Gran Cinema, San Agustín, Cine Barrameda, Cine Pastora, Cine Rialto, Teatro Principal y Teatro Reina Victoria. Todos han terminado en manos de las empresas constructoras y edificados. Aunque hasta hace algunos años aún se conservaba la pantalla del Cine Pastora, que se negaba a desaparecer y se mantenía orgullosa en su lugar, dispuesta todavía a seguir fabricando sueños a esta ciudad tan escasa de imaginación y con un futuro siempre tan incierto.

Foto: (c) Andrea Guerra


Texto: Salvador Daza Palacios, (c) 2011.
Fotografías: Andrea Guerra Bustillo (c) 2001.

jueves, 8 de septiembre de 2011


El síndrome de Atila o el terrorismo ecológico

Corren malos tiempos para las especies naturales en nuestro entorno. El urbanismo salvaje, poseído por el más absoluto desprecio por cualquier ser vivo, arrasa y arrambla con todo lo que le estorbe, con tal de conseguir sus fines.

Cuando escribo estas líneas, debemos llorar la muerte de una araucaria centenaria en Sanlúcar de Barrameda. Hace unos días, los grupos ecologistas denunciaban al Ayuntamiento sanluqueño por autorizar la tala de más de veinte olmos en un paseo del Barrio Alto de esta misma ciudad.

Los árboles existentes en el Cerro Falón han muerto ya casi todos, tras la criminal poda a que los sometieron antes del otoño pasado. La mayoría de las moreras de la Calzada desaparecieron tras una tala indiscriminada. Y así podría seguir la lista, interminablemente.

El desaforado afán urbanístico, la fiebre constructora de los políticos de esta ciudad no tiene límites. La araucaria a que me refiero existía en un patio trasero de la Delegación de Hacienda de la calle San Juan.

Denunciado el hecho ante la Policía Municipal y una vez presentada’ una pareja en el lugar de los hechos, el responsable de la propiedad alega, ante la aparición de los policías, que tienen los permisos en regla para proceder a su tala, concedidos por la Delegación de Medio Ambiente y por la Gerencia de Urbanismo.

No es de extrañar, desde luego, que los Atilas que dirigen la administración urbanística municipal otorguen con total arbitrariedad, a su entero capricho, estos permisos, sin ningún tipo de informe técnico, ya que el único afán que les guía es colocar mucho cemento, hormigón, ladrillos o alquitrán, allí donde «nada más» que hay tierra, plantas o «yerbajos», como les gusta decir despectivamente.

Las razones que se aducen de que la araucaria centenaria se encontraba en mal estado no convence a ninguno de los presentes en el lugar del crimen ecológíco. La única razón hay que buscarla en el interés urbanístico que presenta dicho patio, sobre todo después de que la obra que se está haciendo en este callejón esté a punto de finalizar.

Una obra hecha en un solar que se ha llevado abandonado por su propietario casi veinte años, sin que en ningún momento, en tan largo espacio de tiempo, hubiese pensado nadie en el posible riesgo de caída que corría el centenario árbol.

Salvador Daza Palacios. Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

(PUBLICADO POR EL DIARIO “EL MUNDO”, 16 DE FEBRERO DE 1999, P. 4 de ANDALUCIA)