domingo, 19 de febrero de 2012

Un estupendo artículo de Juan Colón Colón


(Incluimos en este blog el interesante artículo del periodista y escritor sevillano Juan Colón y Colón, debido a su gran interés historiográfico. Se trata de uno de los primeros reportajes "turístico-culturales" sobre Sanlúcar de Barrameda, ya que fue publicado en 1842.)




CIUDADES ESPAÑOLAS.
SANLUCAR DE BARRAMEDA Y SU CASTILLO.

NADIE ha negado la antigüedad remotísima de esta población, que perteneció en los primeros tiempos a la región llamada de los Tartesios, pues el Betis era conocido entonces con el nombre de Tarteso, por la isla (hoy la Algaida) llamada así, situada en la desembocadura del río; que entraba en el mar por dos bocas, una la conocida, y otra, que la formaba un brazo, que rodeando la expresada isla, salia al mar por la que llaman barra vieja. Dejando para los críticos la eterna disputa sobre fijar en Asta a Sanlúcar, o no; pasaremos a indicar que Sanlúcar bajo la dominación romana perteneció al convento jurídico hispalense.


Estrabón le da el nombre de Lucifer fanum, templo del Lucero, y pone este edificio cu la desembocadura del río Betis, la cual era por dos bocas cum Baetis duobus ostiis in mare exeat; lo mismo expresa Tolomeo. Es imposible señalar el sitio donde se elevaba este célebre y nombrado templo dedicado a Venus, bajo la representación del lucero de la tarde, que vulgarmente llaman, la estrella de Venus; pero estando, según todos los escritores antiguos, situado a la desembocadura del río Betis, es indudable que estuvo en el sitio donde en el día existe la población de Sanlúcar, en la parle que llaman barrio alto. Se ignora quien fundase este templo, solo puede decirse que ya existía antes de la venida de Jesucristo. Florián de Ocampo lo hace obra de los cartagineses, y otros autores siguiendo a este asientan esta opinión, avanzando a probar que el templo no estaba solo, como quieren algunos, sino que existía población, Aquí se batieron monedas ya representando en ellas las cabezas de Vulcano, Venus cercada de rayos, el templo y el Lucero, como puede verse en la obra del P. Flórez, sobre las medallas coloniales. No debemos, pues, confundir a la antigua Asta con Sanlúcar, las dos eran ciudades distintas; solo que aquella tenía jurisdicción sobre la otra, y estaba en su territorio.

La población que hubo desde lo antiguo es natural que sufriese los trastornos y la desolación que traían consigo las repetidas invasiones que sufrió España, ya de los vándalos y de los godos, ya de las guerras que sobre el suelo de Andalucía sostuvieron las diferentes razas venidas del Norte, disputándose el imperio de tan fértiles y hermosos campos: en esta época triste y desconsoladora quedaría por tierra el famosísimo templo del Lucero, como quedaron todos los monumentos de este género que levantó o que conservó el poderoso y robusto brazo romano.

La población de Sanlúcar en tiempo de los godos tuvo aumento, hasta que los moros a poco de invadir la Península, la pusieron bajo su poder hasta el año de 1264, que la tomó D. Alonso X, llamado el sabio; libertándola de una cautividad de más de 550 años, pues fue de los primeros pueblos que se perdieron y de los últimos que se ganaron, como puede verse en la crónica del expresado rey. Se recuperó en 1256, pero habiéndose perdido en el año de 1262, no fue recobrada hasta el expresado de 64, todo reinando el rey Don Alonso. Con estos sitios la población quedó enteramente asolada y casi destruida; solo se veían el castillo y siete torres que llamaban las torres de Solúcar, con algunas mezquinas casas que eran habitadas por pescadores: esta desolación tan lastimosa se aumentó a los repetidos combates que sufrió en su conquista, pérdida y reconquista; con el cerco que en 1284 pusieron los moros a Jerez, con cuyo motivo asolaron toda la comarca. Esto prueba cual sería su estado al expirar el siglo XIII. 
 
Habiendo ocurrido en Algeciras el notable y heroico suceso de Alonso Pérez de Guzmán, el rey Don Sancho IV dándole el renombre de Bueno, lo hizo Señor de Sanlúcar; y un año después de la donación en 1298, empezó a reedificar su señorío; no en el sitio antiguo que hoy llaman Sanlúcar el viejo, distante de la población actual lo más un cuarto de legua, sino en un lugar mas inmediato al mar, donde se elevaban las siete citadas torres de Solúcar. La reedificación mas notable de esta población la ponemos a mediados del siglo XIV, en tiempo de su tercer señor Don Juan Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, hijo de la desgraciada Doña Urraca Ossorio, quemada viva de orden de Don Pedro en la alameda de Sevilla. Casó D. Juan con Doña Beatriz, hija bastarda del rey D. Enrique II; llevó en dote el título de conde de Niebla ; y el rey le dio además en Carmona año de 1371, facultad para hacer vínculo y mayorazgo de los vasallos de su casa: este señor cercó la población de Sanlúcar de murallas abriéndole cuatro puertas, dos existen en el día, la llamada de Jerez, y la de Rota, otra era de Sevilla, situada entre el muro del Albaicin (1) y el castillo: la otra daba al mar, sin duda por la cuesta de Belén. La ciudad como se ha ido extendiendo consecutivamente, han quedado dentro de ella las puertas y las murallas. 
 
La defensa principal de Sanlúcar era el castillo de Santiago, situado por aquella parte que mira al mar; fue reedificado sobre las murallas de uno antiguo como se ve por algunos lados; el cuarto Sr. D. Enrique le dio la última mano a principios del siglo XV, y fue fortalecido y renovado considerablemente y aumentada su defensa en tiempo del rey Don Enrique ÍV, en el último tercio del expresado siglo, con motivo de los disturbios y guerra civil que levantaron en la Andalucía las casas de Arcos, y de Medina-Sidonia. 
 
Se entra al castillo por la parte de Levante, por una puerta que está al nivel del terreno, y abierta en un muro exterior y bajo, da paso a una angostura defendida de un torreón semicircular, que pertenece a la muralla principal, y junto a el está la otra puerta que conduce a la gran plaza del castillo, que la forma un cuadrado perfecto de bastante extensión; tiene torreones cuadrados en cada esquina y en el medio uno semicircular; el torreón de la esquina de la derecha, en el frente que da al mar, es cuatro veces mayor que los demás, y de más altura ; y junto a él está arrimado por una de sus esquinas otro torreón ochavado, el más elevado de la fortaleza, desde cuya cumbre se divisa cuanto cerca a la población; y es, digámoslo así, el guardián de la ciudad. La muralla del castillo es anchísima, y se corre todo su circuito; ella conduce a la azotea del torreón cuadrado, y da paso por una puerta gótica a un salón, en cuyo centro aparece la escalera que guía a su cumbre, y cuya construcción es singularísima: está formada en un vano cuadrado en el centro, que corre desde el nivel del castillo, por donde tiene también entrada, hasta su conclusión; es de ladrillo con cortes a sus costados que le dan luz suficiente. Nos llamó la atención esta subida, y debe apreciarse como toda la obra, por su belleza, originalidad, atrevimiento y solidez. Rodea a toda la fortaleza una robustísima muralla baja con torres circulares , que forman una primera línea de defensa ; y es la obra mas moderna del castillo, sin disputa del siglo XV. 
 
Es lastimoso ver el estado de abandono en que se encuentra este edificio: baste indicar que en su gran plaza se celebran corridas de toros, para lo cual hay andamios: en varios salones que son de tiempos recientes se hallan por el suelo sus techumbres y sus paredes: el gran torreón cuadrado, que lo tenemos por sala de armas o armería, y cuya entrada está por la plaza, como la parte baja de la torre ochavada, sirven ambos sitios para recoger ganados, y yacen convertidos en cuadras y establos hediondos: todos los departamentos del castillo están o inútiles, o obstruidos. No hay en todo él ni una almena; en el siglo pasado se conocía una balaustrada de piedra del gusto gótico en la azotea del salón de la armería, y solo han quedado los pies salientes que la sostenían. Es probable que rodeara a esta fortaleza un profundo foso singularmente por la entrada, que sin duda había sido cegado para nivelar el terreno. Esta antigualla, que debe mirarse con mucho aprecio y estimación, es doloroso se encuentre en tanto abandono; y si no fuera por su robustez, ya la veríamos formando un montón de escombros. Su construcción es de piedra en las esquinas y pilares, y de argamasa lo demás: sólo hay obras de ladrillo en el torreón grande dignas de mencionarse, pieza que la tenemos por más antigua y de un mérito sobresaliente. Un autor (2) al hablar de esto castillo dice que “tenía artillería gruesa y culebrinas, y que sus murallas tienen para 4.000 hombres cerco; con lugar prevenido para encerrar a las mujeres; sus almacenes estaban provistos de municiones y bastimentos: su armería colgada de limpias y numerosas armas”. En el siglo XVII fueron construidos por los duques varios castillos, entre ellos deben mencionarse el del Espíritu Santo, situado a la entrada del puerto en una punta saliente, llamado así do una ermita de aquella advocación que desde muy antiguo había en aquel sitio: fue construido en 1634 por la traza que dio el sargento mayor, que era entonces de las milicias de Sanlúcar, un tal Arnau: fue renovado en 1770. Pero en 1821 fue barrenado por sugestiones de los ingleses, y ha quedado inútil. El castillo de San Salvador fue construido en 1626.

DESPUÉS del castillo de Santiago, lo mas notable que presenta Sanlúcar a los ojos del curioso viajero, es la puerta de la iglesia mayor, monumento singularísimo por su mezcla de arquitectura y de adornos góticos y árabes que se ven allí formando un conjunto, aunque cargado, pero que entretiene y cautiva; no sabemos haya en. España otra pieza de este género mas que esta; es lástima esté ejecutada en piedra bastante desleznable, por cuya causa se encuentra maltratada en algunos puntos : fue labrada por los años de 1368, y costeada por la Sra. Doña Isabel de la Cerda y Guzman, hermana de los duques; sus armas se ven entre los adornos. La iglesia mayor de Nuestra Señora de la O la fundó D. Alonso cuando tomó posesión de la ciudad, y la torre que tiene junto, la creemos, hasta las campanas, por una de las siete que mencionan los escritores de la antigua Sanlúcar: en la iglesia nada ha quedado de lo antiguo excepto la portada.

La iglesia de Santo Domingo fue fundada en el año de 1543, por la Sra. Doña Leonor Manrique de Sotomayor y Zúñiga. La traza sencilla y elegante de este edificio, que es todo de piedra, sus bellas proporciones, sus atinados adornos, la buena ejecución de ellos, hacen que este templo sea la obra moderna de mayor consideración en Sanlúcar; pertenece al buen tiempo de la arquitectura grecorromana.
 

Es doloroso que se hallen embadurnados con cal de Morón, los muros y columnas interiores y todas sus capillas; y es vergonzoso que en una ciudad de alguna consideración se cometan tales y tales desaciertos con descrédito del gusto y del honor del mismo país. 
 
El estado de esplendor y prosperidad á que llegó Sanlúcar con el descubrimiento del Nuevo Mundo, siendo puerto abierto para el comercio con aquellas tierras, por la excelente posición que ocupa a la desembocadura del río y orillas del mar, la hicieron crecer en población extraordinaria y rápidamente , tanto que en pocos años, a fines del siglo XV y principios del siguiente, se edificó todo lo que llaman barrio bajo, cuyo terreno ocupaba antes el mar hasta la cuesta de Belén, y después hasta la Aduana, y así sucesivamente se ha ido retirando. Don Enrique Pérez de Guzmán, 7.° señor de Sanlúcar, concedió privilegio á los Bretones, dado en Huelva a 3 de diciembre de 1478 facultándolos para que pudiesen poblar el terreno bajo que iba dejando el mar al pie de las barrancas, donde en el día hay calle con aquel nombre: de aquí data la fecha de esta parte de la población. Con la caída del comercio de América, y desde que en 1687 cesó la habilitación del puerto, los comerciantes se retiraron, y solo existen los labradores y cosecheros de vinos.

Los duques poseyeron el señorío de esta ciudad hasta el año de 1645 que pasó a la corona, según el decreto de Felipe IV, y tomó posesión en nombre de S. M. Don Bartolomé Morquecho, del Consejo Real de Castilla, En 1579 obtuvo título de ciudad, pues antes era solamente villa. 
 
La palabra Sanlúcar la hacen derivar algunos de Sanctus Lucifer, que así llamaban los antiguos, al Lucero, o a Venus, que adoraban bajo este respecto, como cosa divina y santa: corrompióse después en Solúcar, que es el nombre que recibió cu la dominación árabe, y que conservó después como consta en escrituras antiguas, y de aquí pasó a llamarse Sanlúcar. Algunos están creídos, y en ello van sumamente errados, que viene este nombre de San Lucas evangelista, patrón de la ciudad; cuando el haberse puesto este pueblo bajo el amparo del santo, es muy posterior al nombre ya citado de Solucar, de donde viene ciertamente el que hoy se le da. El sobrenombre de Barrameda lo traemos de Baria meta, que significa medida, marca, señal o linea de la barra, para lo que servia un árbol (torre, dicen otros), que se elevaba en el sitio donde existe hoy San Gerónimo, por donde los navegantes se guiaban para llegar al puerto, salvando los enormes y peligrosos peñascos que tiene en su entrada; llamándose aquel sitio con la voz corrompida Barrameda de Baria meta. Rodrigo Caro afirma que en su tiempo había un pino en donde fijaban la vista los pilotos, y esa era la medida o señal, pues había dos altísimos y extraordinarios, que el uno se secó, y el otro destruyó un rayo, según refiere el P. Lima (3)

En el sitio llamado de BONANZA, se labró la Aduana en los últimos años del anterior monarca, juntamente con un iglesia y varias manzanas de casas bajas, cuyas obras juntamente con el muelle llenan de indignación al que contempla la suma importante que consumieron estos edificios para que estén abandonados; al mismo tiempo que dan un testimonio triste y vergonzoso del arte cuando aparecen las paredes de la iglesia, pues sus arcos se han desplomado; y cuando se observan las piedras del muelle desquiciadas y desprendidas al mar. ¡A qué de consecuencias no da margen el solitario arenal de Bonanza! 
 
La situación ventajosa de Sanlúcar, su temperamento templado en la rigurosa estación del verano, efecto de los vientos frescos de Poniente; su playa alegre y extendida, que proporcionan los baños de mar; las frutas delicadas que ofrecen su terreno, dan a esta ciudad gran nombre en Andalucía, y es frecuentada de infinidad de familias que vienen de Sevilla, Cádiz y Jerez, llamadas por tantos atractivos.

J. COLON Y COLON.

NOTAS:
1.-Albaicín: Palabra árabe que significa hospedería 
2.- El desengaño discreto y retiro entretenido; por el capitán Don Francisco de Eraso y Arteaga.
3.- Elucidario de Sanlúcar la mejor: escrito por el padre presentado Fr. Tomas Fernandez de Lima, natural de la misma: obra M. S. de mediados del siglo XVII.


(Extraído del Semanario Pintoresco Español, 30 Enero de 1842, pp. 34-35 y 6 de Febrero de 1842, pp. 42-43)
(Fuente: Hemeroteca Nacional)
(c) Por la transcripción y revisión: Salvador Daza Palacios, 2012.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Un curioso artículo de Emilio Carrere


TERRORISMO FILARMÓNICO

[Incluimos aquí un curioso artículo del escritor madrileño Emilio Carrere (1881-1947) publicado con motivo de una huelga de músicos que dejó sin actuaciones a muchas ciudades españolas en el mes de Julio de 1933. Un incidente armado que tuvo lugar en San Sebastián provocó este humorístico y corrosivo escrito que nos ilustra bien sobre los problemas sociales y laborales que trajo consigo la “mecanización” de la música allá por los años 30 del pasado siglo. Un problema que se dio también en todos los ámbitos profesionales y que, como en las labores agrícolas, originó una gran crisis obrera]]

Una de estas madrugadas escucharon los veraneantes de la bella Easo un alarmante tableteo de detonaciones. Doce disparos de pistola, hechos desde la sombra, contra las ventanas del cabaret Colón, donde, a causa de la huelga de profesores de orquesta, está funcionando una gramola.
Ante esta manifestación del nuevo terrorismo filarmónico, los apacibles vascos de tórax hercúleo y boina pequeñita—como los modelos pictóricos de los hermanos Zubiaurre—exclamaron tranquilamente:
Son los murguistas del cabaret o así...
Como un síntoma de la descomposición anárquica del momento, asistimos a la rebelión de las graves trompas, a la revolución de los inofensivos cornetines, a la protesta de los violones líricos y petulantes y a la explosión de ese múltiple aparato de la «jazz-band», que es el delirio de la chatarra... La música viva se quiere vengar de la música en conserva. Es una protesta del hombre contra la máquina, que, según parece, es la que tiene la culpa de que ya nadie tenga dinero en el Mundo.
Nosotros abrazamos, naturalmente, la causa de los músicos contra las gramolas. Tenemos para ello la razón de haberlas soportado ya varias temporadas en los entreactos de muchos teatros madrileños. ¡Y qué ruidos producían, gran Dios! ¡Y qué conceptos tan depresivos hemos dedicado a los empresarios que substituían las viejas y melifluas orquestinas por la estridencia apocalíptica de los aparatos, con sus negros altavoces, como boca de monstruos. Indudablemente, las orejas de las Empresas teatrales y nuestras orejas no tienen la misma sensibilidad para captar las ondas sonoras. Hubiera estado muy en lo justo un acto terrorista por parte del espectador.
Pero nadie protestaba porque la mayoría de la gente está ya insensible para la armonía.
Mientras, los empresarios resolvían con comodidad la huelga de músicos, aunque éstos se quedasen sin comer. La gramola no se queja de la injusticia social ni necesita comer —sólo alguna pianola de bar se traga modestamente algunas perras gordas—.
El aparato mecánico de música ofrece algunas ventajas sobre el aparato humano que sopla en una trompa o araña las cuerdas de un violín: la más importante es que todavía no se ha constituido el Sindicato de las gramolas.
Los profesores de orquesta llevan las de perder cuando plantean la huelga a sus patronos, empresarios de teatros, dueños de cabarets o sencillamente cafeteros a la usanza clásica de los que obsequian a su distinguida parroquia con conciertos de piano y violín. La huelga es un arma terrible en manos de un panadero, de un tendero de comestibles, de un lechero o de un carnicero; pero es Inofensiva en las débiles manos que sólo saben extraer sonidos agradables de los instrumentos musicales. Comprendo que en una sociedad verdaderamente civilizada la música ha de considerarse como un artículo de primera necesidad. Pero en esta hora en que el violinista Sechiari se tira por el balcón, y Kubelik vende su instrumento porque ya nadie tiene interés en escuchar sus melodías... Ahora, con un armatoste de música mecanizada tenemos bastante. Anticipándose a los músicos, el público había declarado una huelga de orejas cerradas y de acorchada sensibilidad. Igualmente estéril sería una huelga de poetas, de articulistas de periódico, de novelistas y de filósofos. ¿Quién lee? ¿Quién sueña un poco? ¿Quién se emociona? Igual que a Ir por la calle sin sombrero, parece que la multitud se va acostumbrando a ir por la vida sin fantasía.
Nadie como yo comprende la tragedia de los músicos, que tienen que acudir al pistolerismo con el propósito de imponer –en pintoresca paradoja— los acordes y las fermatas con un acompañamiento de detonaciones. Orfeo, para amansar a las fieras, ya no usará una flauta, sino una ametralladora.

Es posible que con este nuevo estilo consigan que su arte y sus derechos no se estrellen contra la insensibilidad y contra la barbarie, y contra el espíritu mecánico de pianola que se expande por todas partes. Aunque me temo que conseguir que comprendan los bárbaros insensibles, mecanizados, materialistas, la importancia de la música, de la poesía, de la filosofía, eso no se puede lograr en estos momentos ni a tiros...
EMILIO CARRERE
(Artículo publicado en el diario La Libertad, Madrid, 22 de Julio de 1933)
(c) Por la transcripción y revisión: Salvador Daza Palacios.

domingo, 12 de febrero de 2012

Un célebre pianista y compositor gaditano


JOSE MIRÓ ANORIA.

Pianista y compositor, nacido en Cádiz el 25 de Julio de 1815. Fallecido en Sevilla el 12 de Octubre de 1878.

Estudió con el padre Vargas y con don Eugenio Gómez, en Sevilla, que era organista titular de la Catedral. A los 18 años dirigía ópera, sustituyendo a su maestro cuando no podía asistir al teatro por sus ocupaciones eclesiásticas.

Marchó luego a París, donde estudió con Kalkbrenner y conoció a los más célebres pianistas y compositores del momento, como Hummel, Bertini, Herz, Chopin y Theodoro Dholer.

Fue definido por la crítica de su época como «uno de los pianistas más sobresalientes de nuestros días». Permaneció en la capital parisina doce años y allí dio frecuentes conciertos, así como en las principales ciudades francesas, así como durante el verano en Bélgica e Inglaterra. En La Haya fue empresario de ópera y dio recitales con su amigo Dholer, cosechando grandes triunfos. En 1842 regresó a España y dio a conocer la nueva escuela de Thalberg, con las “Fantasías” de Moisés y La Sonámbula, que él mismo había estrenado en París junto con obras suyas. Cualquiera que haya visto estas partituras comprenderán el nivel de virtuosismo que este intérprete gaditano alcanzó.

Dio seis conciertos en la Academia Filarmónica Matritense, en el Liceo y en el Instituto, condecorándolo la Reina con la Cruz de Isabel la Católica.

Pedro Albéniz, otro gran pianista y pedagogo español, le alabó mucho. Hizo una gira por Portugal donde ofreció cuatro conciertos en Lisboa, en el Gran Teatro de San Carlos.

En 1843 tocó en Nueva York, Filadelfia y Boston. Desde allí fue a La Habana, «cuya ciudad recuerda todavía con entusiasmo» los diez conciertos que dio durante un mes, con un éxito desbordante corroborado por la crítica especializada. En la capital antillana le ofrecieron la dirección del Liceo Artístico, y se quedó allí hasta 1850, visitando también Jamaica, y otras islas del Caribe.

En 1854 regresó a España para volverse a París, pero se le ofreció plaza de Piano en el Real Conservatorio de Madrid, y se quedó.

Compuso muchas obras para piano, muchas o casi todas sin publicar. Destacan las Fantasías sobre las óperas I Lombardi, I Puritani, Il Pirata, y un capricho titulado El trino.

En 1856 publicó un Método de piano que fue publicado y adoptado como libro de texto en Madrid. A partir de estos mismos años fue contratado como profesor «de los infantes duques de Montpensier».

(c) Salvador Daza Palacios, 2012.

(Fuentes: Saldoni, Baltasar: Efemérides de músicos españoles, T. III, pp. 80 y 254. Parada Barreto, José: Diccionario técnico, histórico y biográfico de la música, Madrid, 1868, pp. 273-274 y Crónica de la música, revista semanal y biblioteca musical, nº 20, Madrid, jueves 6 de Febrero de 1879. La Ilustración española y americana, Madrid, 22 Diciembre de 1878)