LA
CONCERTISTA DE VIOLÍN ANITA PINET, UN GENIO DE LA INTERPRETACIÓN
MUSICAL.
Salvador
Daza Palacios
Doctor en Historia.
Conservatorio
Profesional Joaquín Villatoro de Jerez de la Frontera (Cádiz)
[Ponencia presentada en el Congreso Internacional Contemporáneas: Políticas, trabajadoras y hacedoras de sociedad / coord. por Fundación Juana de Vega, Universidade de Santiago de Compostela, 2022 ]
Si exceptuamos los
precedentes lejanos de la italiana Teresa Milanollo (1827-1904), la
moravia Wilma Neruda (1838-1911) o la francesa Camilla Urso
(1840-1902),
y los más cercanos, en el tiempo y el espacio, de la intérprete
valenciana Adelina Domingo (1883-1905), de Cristeta Goñi (1897- ?) y
de Pepita Diéguez, pocas son las mujeres violinistas que alcanzaron
notoriedad; y aún menos las españolas en el período entre siglos.
Y no precisamente por falta de jóvenes con talento, pues casi en
paralelo al corto período de fama de la citada Adelina, surge otra
violinista con unas cualidades fuera de lo común y que hoy día
aparece prácticamente olvidada por la Historia.
Frente a ellas, la preponderancia de los ejecutantes masculinos, como
Joan Manén, Fernández Arbós, Rafael Millán, Fernández Bordás,
Manuel Quiroga, Alejandro Mirecki, Brindis de Salas, Joaquín Blanco
Recio, Joan Massiá y otros muchos extranjeros (Blazer, Groskalki,
Thibaud y el Rey del Violín, Jan Kubelik), convertirán en
excepcionales a estas damas del violín. Eran tiempos en los que el
talento arrollador de Pablo Sarasate había convertido los conciertos
en espectáculo de masas, pues el artista navarro iba llenando
teatros precedido de su gran fama internacional y de su insuperable
técnica y musicalidad.
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El célebre violinista Pablo Sarasate |
También eran
tiempos de niños prodigios que eran llevados por ciudades y pueblos
en fatigosas tournés en los que la música clásica seguía
siendo algo excepcional y debía compartir escenario en muchas
ocasiones con el teatro, la danza o cualquier otro tipo de varietés.
Pero también la publicidad hacía su trabajo y se promocionaban
artistas a través de la prensa que luego conseguían llenar los
teatros y, por tanto, producir rendimientos económicos a empresarios
e intérpretes.
La
primera noticia sobre las virtudes musicales de Anita Pinet Goudard
(y de su hermana mayor, Margarita, pianista) se dan a conocer en un
diario de Gerona:
«El
pasado domingo, gracias a la galantería de nuestro distinguido amigo
don Enrique Roca, secretario de esta Diputación provincial, tuvimos
ocasión de pasar una tarde deliciosíma. Llegó a noticia de varios
amigos, [que] se encontraban en esta, en unión de sus padres, los
señores de Pinet de San Lucas (sic) de Barrameda, sus hijas
Margarita y Anita, de 11 y 7 años de edad, respectivamente, y como
quiera que a algunos de los citados señores les constaba que dichas
niñas son dos aprovechadísimas alumnas de la profesora de piano y
violín doña Luisa Cavayer de Díaz, demostraron aquellos al señor
Roca sus deseos de oírlas, y este y sus padres accedieron gustosos a
la petición, reuniendo en la casa del primero a distinguidas
familias, así como un buen grupo de amigos, entre los cuales nos
contamos. Cuantos informes nos habían dado de las angelicales niñas
Anita y Margarita Pinet y Goudard, las oímos con exceso confirmadas,
y aun conservamos por entero la gratísima impresión que nos
causaron, revelándose aquellas muñecas, artistas de corazón,
verdadera esperanza para el arte. Anita con su violín nos cautivó,
a Margarita la admiramos en el piano, tal es la precocidad de estas
dos niñas. Nos hicieron oír las fantasías: «Tempo Cíe Fu»,
gavota, por C. Graziani-Walter; «L' Elisire d' amore», por Alard;
«Le Barbier de Seville», por Alard; «Fantasía bolero», por
Dancla; «Tarantelle», por Lauwens; «Pavana», de Lucena y el
«Ave-María» de Gounod, que fueron ejecutadas con verdadera
maestría, recibiendo a la terminación de cada pieza entusiastas
elogios. También acompañaron al piano algunas piezas a la monísima
violinista Anita, el notable profesor señor Vrada (sic) y nuestro
amigo el señor Malagrida, tocando en el violín un hijo de este
señor, niño de corta edad, cuyo nombre sentimos ignorar, una pieza
que mereció muchos aplausos. Repetimos que pasamos una tarde
agradabilísima, pues aún repercuten en nuestros oídos las
delicadas notas que con la inspiración de dos verdaderos artistas
arrancaban de sus instrumentos las casi invisibles manecitas de Anita
y Margarita. Reciban sus padres, los señores de Pinet, nuestra
enhorabuena, que hacemos extensiva a sus tíos los señores de
Roca».
La
segunda noticia que salta a la prensa sobre las virtudes musicales de
Ana Pinet la publica en enero de 1901 el diario madrileño El
Imparcial. Con
el descriptivo título de Una
violinista infantil,
la información se hacía eco de que un periódico de Barcelona había
dado cuenta del concierto efectuado en dicha ciudad «por la niña
Pinet, de siete años de edad, la cual, según la publicación
referida, es una verdadera esperanza del arte, pues toca
maravillosamente el violín, a pesar de sus pocos años. Anita Pinet
es hija de un acreditado negociante de Sanlúcar de Barrameda».
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Una violinista española sin identificar en los años 20. |
Hemos
podido localizar los datos sobre su año de nacimiento y orígenes de
su familia. En el padrón municipal de habitantes de Sanlúcar de
Barrameda correspondiente al año 1894 figuran como residentes en
esta ciudad gaditana desde hacía cuatro años. Su padre, Ramón
Pinet Escarpente, era empleado, nacido en Lérida en 1859. Su madre,
de nacionalidad francesa, Ana Goudart Vallat, nacida en Sete
(Hernault) en 1872. Por razones que desconocemos, viajaron desde
Francia hasta Sanlúcar, pues su primera hija, Margarita, nace en
1889 en la misma ciudad de su madre. Y los dos hermanos siguientes,
Luciano y nuestra violinista, Ana, ven la primera luz en la
desembocadura del Guadalquivir. El primero en 1891 y ella en 1892, en
concreto el 4 de diciembre.
Los orígenes andaluces de su nacimiento y crianza son ocultados por
la prensa regional, pues unas fuentes sitúan a Ana como nacida en
Gerona y otras como natural de Lérida. De lo que no hay duda es de
que el matrimonio formado por Ramón Pinet Escarpente y Ana Goudard
Valat vivió durante al menos doce años en la ciudad gaditana de
Sanlúcar de Barrameda, residencia motivada, según parece, por el
trabajo del padre de Anita, que en 1896 era miembro vocal de la
directiva del Nuevo Círculo de Sanlúcar.
En esta ciudad gaditana nacieron al menos tres hijos suyos, hermanos
de Ana, Ramón (1894) Dolores y Mercedes (gemelas nacidas en 1900).
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Otra célebre violinista de la época |
En
agosto de 1901, Anita comparecerá en una actuación pública
organizada en el Teatro Principal de Sanlúcar de Barrameda.
Consistió en un espectáculo de
varietés
muy del gusto de la época, en el que se incluyó la esgrima
profesional a cargo de los maestros Merelo Casademunt y Desiderio
Ferreira, con diversas exhibiciones de combates y asaltos. Ello se
complementaría con un concierto musical de lo más variado. El acto
se celebraría a beneficio de las escuelas de primaria que se iban a
construir en la barriada Bajo de Guía. En la primera parte
intervendría la banda de música del Regimiento de Infantería de
Granada, que interpretaría la obertura de Poeta
y aldeano,
de Suppé. Tras varios duelos a espada y florete, haría su aparición
en escena la jovencísima Anita Pinet con su violín, acompañada al
piano por su profesora, Luisa Cabayé,
que interpretarían la obra Cantabile
et bolero, op. 22, de
Jules Danbé (1840-1905). Tras un nuevo desafío a espada, le tocaría
el turno a la marcha de la ópera Juana
de Arco, de
Verdi, interpretada por tres jóvenes pianistas, en un curioso
arreglo a seis manos. Las pianistas intervinientes eran las hermanas
Mercedes y Josefa García Rodríguez,
María Antonia Caraballo
y Mercedes del Prado.
Individualmente también actuaron Mercedes, que interpretó la
Polonesa n.º 3,
de Chopin, y su hermana Josefa, que lució sus magníficas
habilidades con el tercer movimiento del Concierto
n.º 1 de
Mendelsshon y la excelente Rosalía Colon,
que ofreció su gran arte pianístico con el Grand
Scherzo de
Louis Moreau Gottschalk y la Deuxieme
Mazurk de
Benjamin Godard.
En
la crónica/crítica posterior se recogió:
«En
este número del programa se distinguió notablemente en el piano la
señora Cabayé y su discípula Anita
Pinet
con el violín, interpretando Cantabile
et bolero».
Parece ser que tras
estos primeros éxitos, los padres de la joven artista se decidieron
a matricularla en una buena Academia musical en la capital de
Andalucía. Así se deduce de la información sobre los exámenes
puestos por la Filarmónica Sevillana a su alumnado en junio de 1903,
en los que se destacaron las altas calificaciones obtenidas por
Anita, pues en Solfeo de tercer año obtuvo sobresaliente y en cuarto
año de violín, sobresaliente por unanimidad. Eran compañeras
suyas en esta academia las jóvenes sanluqueñas Concepción Ñudi y
Ruiz de Somavía, que obtuvo la misma calificación en Solfeo y en
Piano por unanimidad, y María Gutiérrez y Díaz de Rávago, que
también obtuvo sobresaliente en segundo de Piano.
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Una de las pocas fotografías que se conservan de Ana Pinet, que fue publicada por una revista de su época |
Dos
años después, en 1903, el primero de agosto, la prensa sanluqueña
mostró su entusiasmo porque en los días siguientes llegaría a la
población procedente de San Fernando la banda de música de
Infantería de Marina, de San Fernando, que tocaría todas las noches
en el paseo de la Calzada. Dada la fama de la que tal formación
venía precedida, todos los aficionados estaban ansiosos por oírla.
Y precisamente en estos mismos días, los días grandes del veraneo
sanluqueño, se anunció una velada literaria y musical en la que
intervendría Anita Pinet que, tras su actuación dejó admirados a
todos en el espectáculo, que se celebró en el Teatro Principal de
Sanlúcar con el fin de recaudar fondos en beneficio del Sanatorio
Marítimo de Santa Clara, en Chipiona. El corresponsal, Díaz Pareja,
dijo: «Todos los señores que tomaron parte en la
fiesta han sido calurosamente felicitados, y muy especialmente la
angelical niña Anita Pinet,
que causó la admiración del público, haciendo con el violín
prodigios de ejecución».
Según
la crónica publicada en El Guadalete,
hubo tal demanda de entradas para el concierto que se agotaron horas
antes de iniciarse, produciéndose los consiguientes disgustos. La
velada comenzó con la intervención de la citada Banda de
Infantería, que interpretó la obertura de Guillermo
Tell, de
Rossini, que tuvo tanto éxito que hubo que repetirla. Tras un
discurso de veinte minutos pronunciado por el escritor local José
Ruiz de Ahumada, actuaron las jóvenes pianistas Luisa Cavayé, que
interpretaría al piano la Romance sans
paroles “Luite du cour” de
un autor desconocido para nosotros, Saint Rose.
Clara
Peralto
interpretaría en el piano la Serenade
de Gounod
con la
colaboración de Rafael Reig, a la flauta, y José Colom Mateos al
violín. Caridad Rodríguez Zambrano tocó la Fantasía
sobre motivos de La Favorita, de
Gottschalk. Y la violinista Anita Pinet, «que mereció por su
inspiración y por su acierto los aplausos de la concurrencia»,
interpretó con el acompañamiento de su profesora, la Fantasía
de Aires Nacionales, de
Carretero. En la segunda parte intervino el profesor en Medicina,
Manuel Jiménez de Castro, con una disertación sobre la utilidad
pública de los Sanatorios. Tras él, la señorita Peralto tocó la
Rapsodia húngara n.º 6
de Franz Liszt. A continuación,
Walzer, de
Sarasate-Piacevoli, por la Cavayé, con el acompañamiento de flauta
y violín de los ya citados Reig y Colom. Tras ello, la joven Sacra
Corbellini
tocó de memoria el gran estudio para piano Tremole,
Op. 58, de Gottschalk, que provocó la admiración de todos los
asistentes. Tras otros números interpretados «por los artistas de
afición» ya mencionados, la Banda de Infantería interpretó el
“Ballet-pantomime” Les noces d’
Arlequin, Op. 73, una
obra del compositor francés Francis Thomé (1850-1909) dedicada a su
maestro, el célebre Ambroise Thomas (que quizás por eso figura
equivocadamente como autor). «Y a ruegos de varios amantes de
Euterpe, la banda interpretó después el Ave
María de
Gounod, que le proporcionó una verdadera ovación». El periodista
terminaba felicitando a todos los intervinientes y dando la
enhorabuena al alcalde, Leopoldo del Prado, y sus colaboradores «por
este espectáculo tan culto y tan benéfico».
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La música de cámara comenzó a abrirse terreno en los teatros y salones desde principios del siglo XX |
Don Arbidio Pulet,
periodista y corresponsal de El Liberal, escribió con detalle
la crónica del espectáculo y aventuró el gran porvenir que
esperaba a nuestra intérprete:
«Produjo
verdadera admiración en el auditorio ver a la niña, que cuenta diez
años de edad, tocar el violín. Se comprende. La niña Pinet es un
prodigio. Lo que hoy hace es anuncio para ella de un porvenir
artístico risueño. No es la primera vez que la pequeña artista
ejecuta ante el público. A los cuatro años llamó ya la atención
por su desenvoltura en el manejo del difícil instrumento.
En
Madrid, Barcelona, Sevilla, Cádiz y Jerez ha tocado ante numerosa
concurrencia en distintas ocasiones. Anoche confirmó una vez más
las singulares aptitudes de que está poseída. El público la
aplaudió con entusiasmo. Merecen sinceros plácemes su profesora, la
señora Cavayé y los padres de la precoz concertista».
La formación de
Anita siguió ampliándose y creciendo, a la vez que su prestigio
artístico cada vez mayor. Su nombre ya era muy conocido en los
círculos musicales y era frecuente que se contara con ella para
cualquier evento de relevancia en Sevilla. Así, el sábado 10 de
marzo de 1907 se celebra un concierto organizado por el Orfeón
Sevillano en honor de sus socios protectores, en el Salón
Piazza.
El programa era «escogido y variado» y, además de la citada
formación coral, tomarían parte en el concierto las señoritas
Sacramento Corbellini, Eloísa y María Gómez y Ana Pinet». No
hemos podido localizar la crónica del citado concierto.
El 22 de septiembre
del mismo año, Anita Pinet intervendría en el segundo concierto
organizado por la Sociedad Artístico-Musical de Sevilla, que tenía
su local en la calle Sierpes, 8. En este concierto, el protagonista
indiscutible sería el compositor sevillano Joaquín Turina
(1882-1949), que entonces comenzaba su carrera. El programa lo
integraban una obra para piano de Dupont, el Quinteto para piano y
cuerdas op. 1 de Turina, con la participación de los señores
Carretero, Castillo, Font, Ochoa y el propio autor al piano. En
tercer lugar, dos números de Iberia de Albéniz y un vals de
D’Indy, por el mismo pianista. Y para cerrar la velada, la
intervención de la joven promesa, «la señorita Pinet», acompañada
al piano por Manuel del Castillo, que interpretaría el Séptimo
concierto de Beriot, una de las dos Romanzas de Beethoven
y la Serenata, de Franz Drdla. El piano Pleyel que se
utilizaría había sido cedido por D. Luis Piazza.
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El pianista y compositor sevillano Joaquín Turina (1882-1949) |
En la crónica del
acto se le otorgó el protagonismo a Joaquín Turina, pero no se
olvidó de la excelente intervención de nuestra violinista:
«Anteanoche
se celebró el concierto organizado por la Sociedad Artístico
musical con el cual se inauguró el salón donde acaba de
establecerse.
La
concurrencia era numerosa y distinguida. El éxito de la velada fue
para el distinguido compositor señor Turina, el cual puso de
manifiesto los avances que ha dado en su difícil carrera. Un
quinteto suyo, que ya obtuvo un premio en París, le reveló
anteanoche a sus paisanos como un músico de gran inspiración, de
exquisito gusto y de originalidad subyugadora.
Con
el señor Turina compartió el éxito la señorita Pinet, notable
violinista, también sevillana, cuya ejecución brillante en unos
momentos, delicadísima en otros, la coloca en el número de los
artistas escogidos. La señorita Pinet saldrá en breve para
Bruselas, a fin de perfeccionar sus estudios. (..)
La
última parte del concierto estuvo reservada a la señorita Pinet, la
cual interpretó el difícil 7º Concierto de Beriot, una
sentimental Romanza de Beethoven y una Serenata de
Drdla. La joven violinista demostró su excelente educación musical,
salvando todas las dificultades de agilidad, doble cuerda, pizzicatos
y armónicos.
El
público pidió que ejecutara otras piezas, interpretando el conocido
Zapateado de Sarasate, y repitiendo a continuación la
Serenata.
En
suma, una velada agradabilísima, que ha dado ocasión a los
aficionados sevillanos para aplaudir los méritos del joven
compositor señor Turina y de la notable violinista señorita Pinet».
Pues, tal y como
aseguraba la crónica, Ana Pinet marchó a Bruselas a estudiar en el
Royal Conservatoire. Allí se había matriculado en la clase de
violín de César Thomson, además de recibir la conveniente
formación complementaria en lenguaje musical (teoría y lectura).
Inició sus clases a principios de octubre de 1907. Pero sólo estuvo
dos cursos en este prestigioso centro docente, pues en mayo de 1909
acabó sus estudios de manera irregular, pues al no haber aprobado un
examen no pudo obtener diploma alguno.
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César Thomson, profesor de violín del Real Conservatorio de Bruselas, maestro de Pinet. |
Estos estudios no
le impidieron a Ana seguir actuando en los períodos vacacionales,
pues en 1908, y en plena canícula veraniega, se anunció un
concierto excepcional para la celebración del 15 de agosto, con
motivo de la festividad religiosa y a beneficio del “Consultorio de
niños de pecho”. El acto tendría lugar al aire libre, en el patio
de la Casa Lonja y en él participarían Ana Pinet y los señores
Palatín, Torres, Turina y Castillo, junto con una Orquesta
Sinfónica.
El programa era el
siguiente: La Obertura de Der Freischutz de Weber, por la
orquesta bajo la dirección de Fernando Palatín. Tras ella, el
Concierto para violín y orquesta en sol menor de Max Bruch,
con la intervención como solista de Pinet. A continuación, Joaquín
Turina interpretaría unas piezas de Dupont y dos números de Iberia
de Albéniz (El Albaicín y Triana). Tras él, la orquesta
tocaría la suite de La Arlessienne de Bizet, Después,
Turina y Torres ejecutarían la suite Dolly de Fauré (piano a
cuatro manos). El concierto se cerraría con una nueva intervención
de Ana Pinet al violín, interpretando, junto al piano del maestro
Manuel del Castillo, los Aires bohemios de Sarasate y la
orquesta atacaría a continuación como final la Invitación al
vals de Weber, cerrándose pues el concierto con el mismo autor
que lo inició.
El 12 de septiembre
de 1908 la prensa local sevillana destacó la actuación que Pinet
había tenido en la Sociedad Artístico-Musical, donde había
intervenido en un recital junto con otros intérpretes. Se da la
circunstancia de que en este mismo local actuaría pocas semanas
después los músicos sevillanos Fernando Palatín y Joaquín Turina.
Entre
estas actuaciones, la familia Pinet Goudard no cesaba de viajar y
sobre todo de visitar a su familia en Cataluña. Tras estos primeros
años de formación musical en Sevilla, encontramos a Anita Pinet de
nuevo en Girona de paso
para Bruselas, a donde iba pensionada por la Diputación provincial
de Sevilla para proseguir sus estudios de violín en el Real
Conservatorio.
Y con solo 14 años. La prensa local celebra su llegada a la ciudad,
pues se trataba de una «aclamada violinista que desde su infancia ha
demostrado gran precocidad en el difícil arte. Es probable que
durante su corta estancia en nuestra ciudad se organice, con carácter
íntimo, un concierto en el que la Srta. Pinet, podría hacer gala de
sus facultades. De veras celebraríamos que se confirmase la
noticia».
Pues así fue finalmente, pues Anita ofreció un concierto en el
salón del Casino Gerundense. El acto tuvo carácter privado, y el
redactor lamentó no poder dar cuenta detallada de él por no haber
asistido; pero podía decir «que cuantas personas pudieron oír a la
joven artista están contestes en que se trata de una violinista de
extraordinario mérito».
Al
año siguiente se repetiría la misma secuencia, pues Anita apareció
por Girona junto a su familia, de paso para Bruselas. Ya es nombrada
como alumna y «habílisima violinista» del citado Conservatorio
belga. Y, de nuevo, aprovecharía su corta estancia en la ciudad para
ofrecer un concierto íntimo que tendría lugar otra vez en el Casino
Gerundense.
En esta ocasión el redactor del diario liberal sí pudo asistir y
ofreció al día siguiente una detallada crónica:
«Ante
numerosa y distinguida concurrencia, dio ayer noche en los salones
del Casino Gerundense su anunciado concierto la futura eminencia
artística, Anita
Pinet;
y decimos futura eminencia, porque artista de alma que siente y hace
vivir las notas ya lo es hoy, faltándole tan solo acabar de formarse
para ocupar el preeminente puesto que indudablemente ocupará.
Unos
seis años hace que por primera vez y en reunión íntima tuvimos
ocasión de oír a la señorita Pinet y ya entonces pudimos predecir
que aquel cuerpo de niña albergaba el alma de una gran artista; los
conciertos que el pasado año y ayer noche ha dado en el Casino
confirman la certeza de nuestro augurio. El alma asoma ya, y la
artista está en camino de llegar a la meta.
El
Concierto de
Mendelsohn, modelo de sentimiento, pieza llena de dificultades y por
su mucha extensión causa miedo a muchos profesores, fue interpretado
por la Srta. Pinet de un modo acabadísimo por todos conceptos; y los
Aires bohemios de
Sarasate, que solo ejecutan los artistas ya consagrados por la fama,
fue dicho con una fidelidad incomparable. Las demás piezas que
constituían el programa merecieron también la más exquisita
interpretación.
La
señorita Pinet fue aplaudidísima y recibió muchas felicitaciones a
las que deseamos una la nuestra, extensiva también al maestro Sr.
Oliva, que acompañó con su acostumbrada habilidad a la joven
artista».
El
concierto fue tan celebrado que gozó incluso de varias críticas. El
Diario de Gerona comentó:
«Anteanoche la señorita Rosita (sic) Pinet, aventajada violinista,
acompañada al piano por el maestro señor Oliva dio a conocer en el
Casino Gerundense los progresos realizados desde el año pasado, que
permiten augurarle un glorioso porvenir artístico. Fue calurosamente
aplaudida por !a concurrencia que llenaba los salones del Casino».
Para el Heraldo,
el acto contó con una «distinguida concurrencia» que se había
congregado «para poder oír a la aventajada alumna, y con seguridad
futura gran artista». El motivo de hacer una parada de varios días
en Gerona de paso hacia Bruselas, donde iba a terminar su educación
musical, era el saludar «a la parte de su familia que aquí reside».
Esta era la del sobrino de su padre, secretario de la diputación de
Gerona, Enrique Roca Pinet y su hermano Joan, célebre arquitecto.
A decir del cronista,
«….la
señorita Pinet se dedica al violín con singular aprovechamiento,
por lo que se le ha visto hacer extraordinarios progresos en el
dominio de este hermoso instrumento. Hábilmente acompañada al piano
por el reputado maestro Oliva, tocó en dicho concierto Serenata
y Humoresque
de Dvorak con delicada interpretación; después tocó el Concierto
de Mendelsohn siendo de admirar en su ejecución la vigorosidad de
mecanismo que no decayó ún instante a pesar de contener esta obra
tres tiempos a cual más erizado de dificultad, por lo que es
reputada como de verdadera prueba para un concertista; y, por último,
tocó con gran maestría una Danza
húngara
de Brahms, y Aires
Bohemios
de Sarasate, que, como todas las obras de este malogrado artista, es
de un tecnicismo insuperable.
La
joven artista dejó bien impresionado al auditorio que premió su
labor con entusiastas aplausos y felicitaciones, que hizo extensivas
a la familia por el brillante porvenir que en el mundo del arte
espera a la señorita Pinet, y al maestro Oliva por el acierto y
gusto con que colaboró al buen rato pasado en la velada, que terminó
con unas piezas de baile en obsequio a las distinguidas damas y
gentiles señoritas que asistieron á la misma».
El prestigio
artístico de Anita Pinet siguió creciendo y en 1909 ya actuaba en
Barcelona en solitario en el Teatro Tívoli. En un anuncio
publicitario de un diario de la capital catalana se recoge la
presencia de nuestra artista, «la eminente concertista, gloria
española y admiración de los profesores del Conservatorio de
Bruselas».
En otra de las gacetas, en su sección teatral se anuncia que la
actuación en el Tívoli supone su debut en Barcelona. Que la
concertista tiene sólo 16 años, que es «la discípula predilecta
de los profesores de Bruselas» y que Sarasate, tras haberla oído,
le dedicó «grandes elogios». Dado que era la primera vez que se
presentaba ante el público barcelonés, el gacetillero no dudaba que
su aparición constituiría «un verdadero acontecimiento».
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Se publicó su foto en diversas revistas de la época. Fue una artista muy reconocida. |
Pues
así fue. Según la crítica aparecida dos días después, y titulada
precisamente “Concierto Pinet en el Teatro del Tívoli”, el
firmante, M. J. B. (Marc Jesús Bertrán)
se congratulaba de la artista elegida para solemnizar la inauguración
de la temporada de invierno. Pero lamentaba, por otra parte, que «la
música selecta» que se ofreció y que a algunos les supo a poco, a
otros les resultó un suplicio:
«Existe
un público especial que siente predilección por la «milonga» y el
«garrotín», que se pirra por ver dos «apaches» sugestionándose
groseramente o una bailadora culebreando y retorciéndose como
epiléptica. A ese público, que con tal de que le brinden el
espectáculo de un baile acepta aunque sea «el baile de San Vito»,
hay que soltarle un «Orfeo» para acallar sus aullidos.
Afortunadamente ese público está en minoría, y el otro, el que
«sabe distinguir» cuando se le da ocasión de solazarse, de
ennoblecerse con la audición de música elevada, la aprecia y
agradece, si no con madurado criterio, a lo menos con respetuosa
corrección. Anoche, en el Tívoli, expansionáronse esas dos
modalidades del auditorio. Los sin modales aullaron; los discretos,
después de aquilatar el placer de una fruición artística refinada,
aplaudieron. Y, aunque hemos apuntado las dos opuestas
manifestaciones, nos complace consignar también que fueron en
mayoría, en una gran mayoría, los que aplaudieron. No menos merecen
la intuición artística y la cultura musical de la señorita Anita
Pinet,
una linda gerundense, que tañendo el violín puso de relieve su buen
gusto y su esmerada educación en el difícil arte de Paganini. La
señorita Anita Pinet, como intérprete de la obra escrita, es de una
dicción pulcrísima, de un corrección refinada; pulsa hábilmente y
maneja el arco con soltura y agilidad. En nuestro concepto, su
dicción, correcta como hemos dicho, es algo superficial, algo fría.
Esta circunstancia, sobradamente excusable dados los pocos años de
la gentil concertista, púsose más de relieve en el «Concierto
en mi menor»
(op. 64), de Mendelssohn, que interpretó acompañada por la
orquesta, muy bien conducida por el maestro Pérez Cabrero. En la
«romanza» de Sarasate, que tocó acompañada al piano por el señor
Molgosa, tuvo algunos arranques más desembarazados, de emotividad
más intensa. De todos modos, la señorita Pinet, que posee bellas
cualidades para llegar a ser una concertista notable, se acreditó
anoche más de notabilísima ejecutante que de «genial» intérprete,
como se dijo. No le cuadra el calificativo de precoz; tampoco es
«eminente concertista», pero llegará a serlo».
En
otra de las críticas del mismo recital, se deja constancia de que en
el Tívoli se presentaban como atracción «notabilidades de todo
tipo». Entre ellas «la jovencita
violinista gerundense Agneta
Pinet, que la bautizaron en los carteles con el nombre de sublime».
En esta crónica se reafirma lo dicho por el crítico anterior, pues
asegura que «si aún no lo resulta, va por buen camino, si no se
enfría lo que ya sabe». Las obras que interpretó Pinet ponían a
prueba su sólida escuela de violín, y, aunque tocaba con seguridad,
fraseaba poco y el arco no tenía aún «la fuerza necesaria».
También incide el reportero en que el público se dividió en dos
bandos: «los que siente con fruición la música buena y los que no
están más que por el tango, la jota y el can-can». Por desgracia,
estos últimos no mantuvieron el silencio respetuoso que se debía a
la «incipiente artista», demostrando así carecer de la cultura
necesaria para asistir a espectáculos de ese tipo. Por fortuna, la
otra mitad del auditorio ahogó con sus aplausos los silbidos y demás
demostraciones de desagrado de los groseros ruidosos.
Unos siete meses
después, Anita volvió a actuar en Barcelona. Ya casi consagrada
como intérprete célebre y «distinguida violinista», actuaría
para los socios en el local del «Orfeo Catalá». Le acompañaría
en el piano Miguel Oliva.
En el programa figuraban obras de Wienawski (Concierto en re
menor) Sarasate y Saint Saens.
Aunque no está firmada, es más que probable que el mismo Bertrán,
crítico de La Vanguardia, fuera de nuevo el encargado de
valorar su actuación, pues vuelve a titular la reseña como
“Concierto Pinet”:
«Personalidad
si no definida, pues aún es joven la distinguida violinista Anita
Pinet,
bien prometedora de lograrla, dadas sus buenas condiciones
demostradas en las obras ejecutadas en el concierto que dio en el
Orfeó Català. Las cualidades características del virtuoso se
adivinan en la joven artista: dicción franca y afinación diáfana,
que unidas a la belleza de un tono dulce y expresivo dieron a la
ejecución de las composiciones del programa una buena
interpretación. Asimismo es digna de hacerse notar entre las
condiciones de la joven artista la distinción de su arco, que, a
pesar de ejecutar obras de carácter puramente técnico, como
«Zigeunerweisen»
(Op. 20) de Sarasate, no desciende nunca a efectos de dudoso gusto,
además de mantenerse la interpretación dentro la mayor cuadratura.
Todo esto pudimos admirarle en el «Concierto en re menor» y
«Scherzo-tarantelle», de Wieniawski, y «Rondó caprichoso», de
Saint Saëns; mas en donde la artista nos sorprendió, admiró y
aplaudimos con más entusiasmo, fue en la preciosa «Gavota rondó»,
de Bach, ejecutada fuera de programa, para acallar los aplausos con
que el público premió la labor de la señorita Pinet, aplausos que
con mayor entusiasmo se repitieron al final de esta composición,
interpretada con verdadero conocimiento. En la tarea de acompañante,
el señor Oliva demostró también sus cualidades, valiéndole la
aprobación del público».
Tras este éxito,
nuestra concertista actuó en Sabadell.
En una función celebrada en el Teatro Euterpe, hizo su presentación
«la joven concertista de violín Anita Pinet, discípula del
Conservatorio de Bruselas». Interpretó tres piezas de concierto en
las que la joven artista, según la crónica, «demostró el completo
dominio de dicho instrumento, extraordinaria agilidad y temperamento
artístico». Su actuación constituyó, una vez más, un gran éxito,
pues el público le aplaudió «con entusiasmo, obligándola a salir
al palco escénico al terminar el concierto».
A la vista de sus
repetidas y seguidas actuaciones cuesta trabajo imaginar el régimen
de clases lectivas que recibiría Ana Pinet en Bruselas, pues nuestra
protagonista no cesaba de viajar. A principios de 1911 se anuncia de
nuevo en la prensa local un «brillante concierto» suyo en el Casino
de Manresa (Barcelona), y se le define como «joven y gentil
violinista, discípula del Conservatorio de Bruselas».
Pero no se comprueba si esta actuación tuvo lugar en los inicios del
año citado, pues hasta el 15 de julio no hay confirmación de su
próxima comparecencia en dicho Casino.
En la información se añade que «la señorita Pinet ha dado en
estos últimos meses, importantes conciertos en diversas capitales
españolas, siendo objeto de los unánimes elogios de la prensa. Su
presentación en esta ciudad es esperada con ansia por los
aficionados a las bellezas del arte musical».
La
dimensión artística de Pinet llegó a tal nivel que ya se codeaba
con los más afamados intérpretes de su época. Ya vimos como
compartió escenario en Sevilla con el compositor y pianista Joaquín
Turina. Y ahora, en conexión perfecta con el otro polo del
nacionalismo musical español, con los pianistas leridanos Ricardo
Viñes (1875-1943)
y
Enrique Granados, también célebre compositor (1867-1916). Viñes
siempre volvía por su ciudad natal en las Fiestas de mayo, y en 1911
no iba a ser menos. Había acordado en París con Granados que
coincidirían ambos ese año en su patria chica para ofrecer un
concierto a sus paisanos. La prensa de la época nos cuenta que
fueron numerosos los actos públicos y las muestras de reconocimiento
pero, sin duda, el más destacado fue el concierto que ofrecieron
juntos en el Teatro de los Campos Elíseos. La prensa estaba muy
motivada con el acontecimiento. Y anunció la presencia en el recital
de «la notable violinista leridana
Anita Pinet».
El repertorio incluía piezas a 4 manos y, en la parte central,
Granados interpretó fragmentos de Goyescas
entre los que cabe destacar “El fandango del candil”, dedicado
precisamente a Viñes. Pero lo que nos interesa más en este momento
culminante es la intervención en este mítico concierto de nuestra
joven violinista Anita Pinet acompañada al piano por Amalia Prim,
que se medía con tales intérpretes internacionales y de tanto
talento y prestigio.
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Cartel de la actuación de Pinet en Lérida con los maestros Viñes y Granados |
Al
año siguiente, dado el éxito obtenido, se intentó repetir la cita
pero no fue posible. Granados cayó enfermo y no pudo
viajar hasta Lérida, aunque estaba anunciado en el cartel de la
Fiesta Mayor. Además de Ricard Viñes, también tocó el guitarrista
Emili Pujol que se encontraba casualmente en Lleida. En 1915 Granados
volvió a Lleida por última vez, poco antes de su desgraciada muerte
al año siguiente.
La
última actuación en España que hemos podido recoger de la violinista Pinet
fue para la Asociación Musical de Barcelona en el ciclo de
Conciertos de Cuaresma. Corrió a cargo de «las señoritas Juana
Aleu, Anita Pinet y Josefa Figueroa, así como del maestro José
Codol. Anita ejecutó la parte de violín de las obras Sonata
en do menor y Concierto
en re mayor, de Beethoven, y Leyenda,
de
Wienawski, demostrando en dichas producciones, según el crítico
Alard, «poseer
una correcta escuela de este instrumento». Aunque «en la dicción»
el gacetillero citado le encontraba «algunas particularidades
discutibles», sin especificar éstas cuales podían ser. Aunque,
tratándose de una artista joven, confiaba en que dichas
circunstancias «serían convenientemente subsanadas». La señorita
Figueroa, en el piano, fue una buena colaboradora de la violinista
Pinet, ya que la secundó muy notablemente en su acompañamiento al
piano.
Tras
este concierto barcelonés aparecen algunas pistas más sobre nuestra
intérprete. En el padrón municipal de vecinos de Girona
correspondiente al año 1915, aparecen su madre y sus hermanas
Margarita (soltera, 25 años) Dolores (15 años) y Mercedes (15
años).
Pero ni rastro de Ana y de su padre, Ramón. Otras noticias que pueden dar una orientación fiable sobre su paradero son las informaciones publicadas en El Mercurio, diario de Valparaíso, Chile, y en la revista Sucesos, del mismo país, en las que se recoge que entre abril de 1914 y diciembre de 1916 Pinet formaba parte del trío Lasheras, integrado por Ana Pinet, el flautista Juan Reyes y el profesor Eduardo Lasheras, que habían actuado con gran éxito en el Teatro de la Comedia, en el Club Viña del Mar y en el salón del Hotel Central de Valparaíso.
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Ana Pinet en Chile con el Trío Lasheras |
Aunque de momento no hemos logrado encontrar ninguna información más sobre su fulgurante
trayectoria artística. Todo parece indicar, teniendo en cuenta que Chile se localizan descendientes de esta familia, que Pinet se quedó definitivamente en este país sudamericano. Pero desgraciadamente
ha sido imposible seguir la pista de esta excepcional intérprete,
pues sus datos se pierden en las brumas de la historia. Eran tiempos
en los que las mujeres no podían dedicarse plenamente a la
interpretación musical ni hacer carrera profesional en este ámbito,
a no ser que optaran por la enseñanza musical. La competencia
masculina, por una parte, y la llamada de sus supuestas obligaciones
sociales como madre y esposa anulaban cualquier iniciativa que en
este sentido pudieran tener. Así que desde 1917 no hemos vuelto a
saber nada más de esta excelente violinista, por más indagaciones
que hemos hecho.
Ana Pinet Goudard
fue una niña prodigio nacida en una ciudad gaditana cuyo ambiente no
propiciaba la instrucción musical de los instrumentos de cuerda como
el violín. Pero parece que el hecho de haber nacido en el seno de
una familia singular, formada por un padre catalán y una madre
francesa, dio lugar a una excepcional sensibilidad y talento
artístico que se desarrolló con dificultades y retos, pero que
logró medirse y compartir con los grandes genios de la Música
Española, tales como Joaquín Turina, Ricardo Viñes o Enrique
Granados.
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