martes, 24 de septiembre de 2024

UN GRAN PIANISTA ESPAÑOL DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: JOSÉ ANTONIO MEDINA LABRADA.

 

Salvador Daza Palacios

Compositor y Doctor en Historia.


La “Sinfonía Sevillana” de Joaquín Turina fue la obra ganadora del concurso de Composición organizado por el Gran Casino de Sebastián en 1920, cuyo jurado estuvo constituido por Tomás Bretón, Ricardo Villa y Jesús Guridi. El compositor se la dedicó en 1928 a Teresa y Frank Marshall (1883-1959) y es sin duda una de las grandes obras del catálogo turinesco y una de las más importantes del repertorio sinfónico de toda la música española del siglo XX.

Este recuerdo histórico sobre este legendario concurso viene a cuento porque se trata de un precedente que me ha parecido oportuno traer a colación para hablar de otro gran músico sevillano que también triunfó en San Sebastián, aunque treinta y cinco años después, iniciando y desarrollando una vida profesional que dio ricos e interesantes frutos en el ámbito musical. Se trata del pianista José Antonio Medina Labrada, nacido en la capital de la Giralda en 1926 y que obtuvo la cátedra de Piano en el Conservatorio de la ciudad donostiarra en 1955 ante un tribunal presidido por Ramón Usandizaga, entonces director de dicho centro y con la presencia en el mismo del compositor Francisco Escudero.

Este triunfo profesional venía precedido por una serie de brillantes críticas e importantes premios que Medina Labrada había comenzado a recibir desde los quince años. Al analizar su trayectoria desde los inicios de sus primeros estudios musicales, se comprueba la firme decisión de este artista sevillano de dedicarse por entero a cultivar, aumentar y perfeccionar sus excelentes dotes para el piano y para la composición musical, ocupando sin duda un lugar de honor en la extraordinaria nómina de pianistas españoles que dieron lustre a nuestra vida musical durante la segunda mitad del siglo XX.

José Antonio Medina con su madre, Matilde Labrada. 

José Antonio nace en una casa donde se respeta y cultiva profundamente el estudio y la cultura. Fernando Labrada, hermano de su madre, fue un excelente pintor y académico de Bellas Artes. Su madre era maestra y su padre fue Blas Medina Martín, autor de diversas piezas teatrales y artículos; en diferentes noticias de los diarios de los años treinta se da cuenta de los estudios musicales que su hermana Matilde, mayor que él, estaba realizando. Era entonces costumbre social que las niñas aprendiesen piano. Existía una gran profusión de academias y de profesoras particulares para abastecer una demanda existente entre el sector más acomodado de la sociedad de la época. La venta de pianos y partituras llegó a límites desconocidos hasta entonces y Sevilla tuvo incluso una marca de pianos propia y tiendas de música que proporcionaban a los muchísimos aficionados toda suerte de materiales didácticos. Es en este entorno cultural tan prolífico cuando la profesora Mercedes Muriel acude a la casa de la familia Medina para dar clases a Matild, iniciando también a José Antonio, quien mostró desde el comienzo una clara y temprana vocación por la música.


La enseñanza musical profesional además se ve reforzada con la creación del Conservatorio oficial en 1934, aglutinando las dos centros académicos que ya existían previamente: la Academia Filarmónica y la Escuela de la Sociedad de Amigos del País. A la primera pertenecía la profesora Clara Peralto, alumna predilecta del organista y compositor Luis Mariani, que fue nombrada catedrática del nuevo Conservatorio, junto con otros insignes músicos y profesores de aquel entonces, todos bajo la dirección primero de Ernesto Halffter, alumno predilecto de Manuel de Falla, y, poco después, del maestro de capilla y organista de la catedral hispalense, el vasco de Astigarraga Norberto Almandoz.


Grupo de alumnas y alumnos de la profesora Clara Peralto en Sevilla
(Medina Labrada, el primero sentado a la derecha)

De Peralto bien poco sabemos, excepto que se jubiló en 1954 y que formó a gran número de pianistas, entre los cuales hay que destacar, además de a Medina Labrada, a la catedrática Ángeles Rentería, que dio clases en Sevilla y en Madrid, y al maestro Guillermo Salvador, que marchó a México haciendo carrera musical allí. Peralto fue una profesora fundamental al haber guiado los primeros pasos pianísticos de tan excelentes intérpretes.


José Antonio Medina comienza su actividad concertística desde los primeros momentos de su adolescencia, simultaneándola con sus estudios de bachillerato y posterior carrera de Magisterio, llegando a obtener incluso una plaza de maestro que no llegó a ejercer por dedicarse a su profesión musical. Esta elección contó con el escepticismo de su familia, pues sus padres estimaron que no se habían podido sustraer «al desamparo que siempre nos ha inspirado en estas latitudes los que encauzan su vida por el camino del Arte Musical», pues en España se habían dado «por fortuna muchos casos, pero en Sevilla, muy pocos o ninguno». De la misma opinión era el gran Turina, quien opinó en 1925 que «el sevillano no vive de su arte hasta que no sale de aquel país encantador».


Quien ejerció la crítica musical en Sevilla durante más de treinta años, el propio director del Conservatorio en el que Medina estudiaba, el citado Almandoz, le dedicó con regularidad unas excelentes críticas desde los inicios de su trayectoria. Sin duda, el conocer desde su cargo docente a tan magnífico alumno le facilitó el tratar de animarle desde su tribuna periodística. Don Norberto, como era conocido en Sevilla, elogió ya en 1944 «su recio mecanismo y su técnica pianística, que le permiten abordar obras de dificultad y estilo dispar». Le creía «dotado de una sensibilidad musical bien orientada» y hacía gala, a pesar de su timidez, «de un gran dominio y lucimiento con su instrumento».


Medina Labrada tuvo como compañero y amigo al compositor Manuel Castillo, quien ocupó la cátedra vacante de Piano que su profesora Peralto dejó en el Conservatorio sevillano. Y siempre quiso exaltar a los autores de su tierra, pues Mariani, Turina o el propio Castillo aparecían con frecuencia desde los primeros momentos en los programas de sus conciertos. Y no lo hacía solo en Sevilla sino cuando comenzó a actuar por casi toda España, como en el concierto celebrado a principios de marzo de 1954 en el Ateneo de Barcelona en el que incluyó obras de los citados compositores.


La ciudad condal fue una de las referencias pedagógicas más decisivas de sus estudios de perfeccionamiento, pues allí pudo recibir clases en la célebre Academia de Frank Marshall, el discípulo de Enrique Granados, con quien también se formaron grandes pianistas como Alicia de Larrocha, Rosa Sabater o Rosa Mª Kucharsky. En el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona obtuvo una beca del Ayuntamiento en 1952 y consiguió el Premio de Virtuosismo tras estudiar también con el profesor Carlos Pellicer y con el célebre armonista y compositor, el maestro Joaquín Zamacois. En mayo de 1953 intervino en el concierto de clausura del curso del Conservatorio barcelonés como pianista del trío formado por él y por Adriá Sardo, violín, y el trompista Antonio Domingo. En marzo de 1954 ofreció un recital intenso y extenuante (en tres partes) en Mallorca, donde interpretó dos obras propias con un «éxito clamoroso». En julio del mismo año fue galardonado con la medalla de plata en el Concurso Internacional Ars Nova, certamen que después tomaría el nombre de María Canals.


Todo hacía pensar que José Antonio tenía ya el camino allanado para convertirse en una gran figura musical, pues también dio el salto al extranjero para completar su formación y asistió a los cursos de la legendaria Academia Chigiana de Siena con el profesor Guido Agosti y al curso de Nápoles que impartió Paolo Denza, donde coincidió con el gran pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro. Ambos maestros italianos fueron alumnos de Busoni y profesores de los más célebres pianistas europeos de su época.


En sus numerosos conciertos,
Medina interpretaba sus propias composiciones

Entre estos grandes logros, Medina Labrada siempre encontraba tiempo para volver triunfante a su tierra natal. En octubre de 1952 debutó con la Orquesta Bética en la sesión inaugural de la Sociedad Sevillana de Conciertos. Esta intervención le hizo decir a Almandoz que Medina Labrada era «un pianista de recia seriedad, consciente de su arte, en el que cifra elevados y legítimos ideales». Su psicología artística era analítica, pues el estudio profundo que había realizado de su instrumento y de su repertorio, no solo vencía las dificultades mecánicas, «sino todos los elementos inherentes a una partitura, planos sonoros, frases, gradaciones, legato, cantabile, expresión en general...». Todo ello gracias a sus conocimiento en armonía y composición que le permitía enfrentarse a las obras desde el prisma no solo del intérprete sino del creador que comprende lo escrito más allá de las notas. Así, Medina Labrada consiguió un gran triunfo con el Concierto de Schumann, en el que «midió sus dificultades, singularmente las vertiginosas escabrosi-dades del final, dominando con gran seguridad las comprometidas situaciones». Tras esta brillante intervención, ofreció una segunda parte con obras de Liszt, Brahms y Chopin. Y así y todo, por si no hubiera sido ya bastante, ofreció fuera de programa una obra de Debussy y una obra suya, un Impromptu, que para Almandoz era «una composición de influencia brahmsiana, de seria factura y trazos brillantes. En él revela Medina excelentes condiciones creadoras, con algunas preocupaciones escolásticas, que ha de ir desechando a medida que avance en su producción».


Nuestro pianista y compositor, a la manera de Albéniz y de otros grandes pianistas como su paisano Turina, incluyó en diversos recitales obras propias junto a las más excelentes e interesantes del repertorio de la primera mitad del siglo. En un concierto celebrado en el Centro Artístico de Granada en 1955, su programa incluía los Cuadros de una exposición de Moussorgsky, cuyos diez movimientos «los vivió con toda exactitud y limpidez», la Sonatina de Bela Bartok, la Tocatta de Ravel y la suite andaluza En el Cortijo, de Joaquín Turina, que fueron interpretadas «con brío artístico y fina sensibilidad». Al final interpretó «una valiosa composición suya», titulada Humoresca, pues aun a pesar de su juventud, Medina Labrada tenía ya un número importante de obras propias de diferentes géneros.


Con este mismo programa (o muy parecido) compareció unos meses después en el Instituto Murillo de Sevilla y hasta allí marchó su ya devoto maestro Almandoz, quien publicó al día siguiente la correspondiente crítica en la prensa, calificando su recital y su trayectoria de «brillante». Su versión de los Cuadros fue magnífica, pues asumió el análisis psíquico de la partitura con un nivel descriptivo y pictórico de «valiente naturalidad». Una vez más sorprendió a todos «por su dominio del teclado, su tacto en el dominio de las gradaciones sonoras y serio estudio de la obra». Pocos meses después de este éxito, José Antonio coronó su carrera con la obtención de esa plaza ya citada de catedrático de Piano en el Conservatorio Municipal de San Sebastián donde desde entonces desarrolló una meritoria labor docente y académica, y prosiguió con sus recitales y conciertos con orquesta. Entre sus alumnos habría que destacar a grandes profesionales de la Música como Marta Zabaleta, Alejandro Zabala, Iñaki Salvador, Álvaro Cendoya, Miren Etxaniz, Pedro José Rodríguez, Esther Mendiburu, Teresa Oteiza, Ángeles Vá, Concepción Arnedillo y su propia hija, Mercedes Medina, quien terminaría siendo profesora del mismo Conservatorio que su padre y ha venido manteniendo una intensa actividad docente y concertística.

José A. Medina con su primera hija, Mercedes.
Otro de los grandes eventos que protagonizó José Antonio Medina tuvo lugar en enero de 1959 con la interpretación del Concierto de Khachaturian, que fue acogido con tan gran entusiasmo que hubo que repetirse tres meses después. Le acompañó la Orquesta Municipal de San Sebastián, dirigida por el maestro Usandizaga. Tras este acontecimiento se «reestrenó» por los mismos intérpretes el Concierto en sol mayor de Ravel, cosechando excelentes críticas. Ya por entonces, Medina Labrada era corresponsal de la revista musical Ritmo, que le felicitó desde Madrid por el éxito obtenido. Dos meses después se intentó celebrar este mismo concierto en Sevilla, pero la Orquesta del Liceo de Barcelona, que había anunciado su concurso, canceló su comparecencia, dejando a todos sus paisanos con la miel en los labios. Finalmente el concierto se pudo celebrar en marzo de 1965 y Almandoz calificó al solista Medina de «héroe de la jornada». Fue en todo momento «dueño del teclado», pues su mecanismo y dominio técnico del instrumento le hizo superar todas las dificultades de la partitura, con muchas octavas y pasajes rápidos, que contó en todo momento con la gran colaboración del director Luis Izquierdo y sus músicos de la Bética Filarmónica, que compartieron el gran éxito con el pianista sevillano.

Poco después el profesor Medina volvió de nuevo a su tierra de origen para ofrecer un nuevo recital que abrió con la novedosa transcripción de la Chacona para violín de Bach transcrita para piano por Ferrucio Busoni. Esta incursión en el barroco, aun desde el prisma del gran intérprete y compositor italiano, abría para Medina Labrada el siempre fértil terreno de la interpretación histórica, convirtiéndose en precursor de ella, que culminaría con su dedicación durante un tiempo al clavecín y a su repertorio. Medina se dedicó a divulgar por diferentes conciertos y conferencias este importante instrumento precedente del pianoforte, prestando un especial interés por los compositores vascos del siglo XVIII. Según Almandoz, nuestro pianista interpretó la Chacona, «con seriedad, pero sin rigidez ni desdecir el auténtico espíritu bachiano ni de las intenciones del transcriptor». El programa se completaba con obras de Schumann, Debussy, Ravel y Bela Bartok, cuyos números los subrayó el concertista «con pulcra y elegante calidad pianística», pues Medina tuvo una «felicísima ejecución de ellas, imprimiéndoles colorismo altamente sugestivo», demostrando una vez más «el gran dominio que el pianista posee del amplio campo del instrumento». Finalmente, Almandoz consideró que Medina Labrada regresaba a la capital guipuzcoana «como el barco de Ravel: cargado de lauros conquistados en su patria chica», haciendo referencia a su interpretación magistral del nº 3 de los Miroirs: Une barque sur l'ocean.

En la década de los 60 José Antonio también cultivó la música de cámara, formando dúo con el trompista Antonio Domingo –uno de los más excelentes que ha dado nuestro país– llevando por primera vez el interesante repertorio de esta formación por muchos lugares obteniendo siempre excelentes críticas. También lo hizo con el violinista cubano de origen navarro Eduardo Hernández Asiain, uno de los más excelentes de su época, que era también profesor en el Conservatorio. En otro conjunto, que fue conocido como «Trío de la Sinfónica de Bilbao», formado por Medina al piano, Juan María Gómez de Edeta a la trompa y el solista de flauta donostiarra Teodoro Martínez de Lecea, obtuvieron también rotundos éxitos, ofreciendo recitales tanto en el País Vasco y Navarra como en otras capitales españolas. Con este grupo ofrecieron estrenos como el de la Sonatina para flauta y piano de Fermín Gurbindo y el trío compuesto expresamente por Medina Labrada titulado Introducción y Movimiento, que fue calificada como «una obra modernísima, de gusto andaluz, con disonancias semejantes a la obra del ruso Stravinski, en que la técnica juega con los instrumentos, acomodados a la ejecución del piano, con ritmos de difícil captación». Otra de las solistas con las que formó dúo fue la flautista Begoña Aguirre, que fue docente del Conservatorio Superior de Navarra.

Medina Labrada (1926-1983) fue un músico muy polifacético.
Medina Labrada fue también el pianista del Orfeón Donostiarra que preparó su participación en el estreno de Atlántida, la cantata póstuma de Manuel de Falla. También, en una ejemplar colaboración con su tierra adoptiva, trabajó con los más importantes compositores vascos como Garbizu, Escudero, Donostia, José María Beobide, Figuerido, José León Urreta, etc. Llegó incluso a transcribir para piano la partitura de la ópera Zigor del citado Francisco Escudero que el compositor escribía por encargo de la ABAO de Bilbao, un trabajo que le ocupó mucho tiempo y fue bastante arduo.

Ya en 1960 desempeñaba la secretaría del Conservatorio, que ejerció durante quince años. Su capacidad metódica y ordenada se tradujo en una fructífera colaboración con el entonces director del centro, Francisco Escudero, que se desarrolló en numerosas cuestiones organizativas, docentes y, sobre todo, en una reivindicación mantenida durante años para que se reconociese al Conservatorio como centro Superior, categoría que finalmente se logró en 1977. Todo ello lo simultaneaba con la impartición, además de sus clases de Piano, de la asignatura de Historia y Estética de la Música. Solo de piano, José Antonio tenía a su cargo en 1959 la friolera de 36 alumnos, aunque en los exámenes celebrados a final de curso, quedó sorprendido porque sus compañeros Escudero y Sistiaga, que formaban con él el tribunal examinador, le felicitaron «efusivamente» por su labor docente, pues habían comprobado la gran musicalidad de todos sus alumnos y la buena escuela pianística que habían logrado, cuando, según el propio profesor confesaba a su antiguo maestro Almandoz, estaba «muy descontento de las escasas aptitudes y afición» que mostraban en general sus discípulos, salvo cuatro o cinco que merecían la pena. Todo ello no le obstaculizaba ni le desanimaba para proseguir su vida concertística, pues en 1966 seguía actuando, en esta ocasión, con la Orquesta del Conservatorio interpretando de forma brillante y elegante el Concierto en la mayor KV 488 de Mozart, bajo la dirección de Javier Bello Portu.

Posteriormente interpretaría otros conciertos con orquesta, tales como el de Bach en fa menor, el nº 2 de Mendelsshon en re menor, el Concierto para la mano izquierda de Ravel, el de Gershwin y las Variaciones Sinfónicas de César Franck, aunque para ello tuvo incluso que copiar los materiales de orquesta al no disponerse de ellos. La mayoría de estas obras se interpretaban por primera vez en San Sebastián. Uno de sus últimos recitales de piano solo tuvo lugar en 1979 en el salón de plenos del Ayuntamiento de Donosti, en el que también incluyó obras barrocas, así como música española y clásicos románticos.

Su prematura muerte en 1983, cuando tan solo contaba con 56 años, nos privó de un gran músico, profesor, compositor, padre de familia numerosa, y excelente intelectual, pues nos hubiera dado muchos más frutos de su preclara inteligencia y excepcional sensibilidad artística de haber vivido algunos años más. En 1984 se realizó un homenaje póstumo a su figura desaparecida con el estreno de su Cantata Alegrémonos en el nacimiento de Cristo, orquestada por Tomás Aragüés. Como dejó dicho Fernández de los Ronderos, Medina Labrada supo compenetrarse con los más diversos lenguajes, una tarea «que exige, en partes iguales, cerebro y corazón, técnica y calor». Fue, sin género de dudas, «profeta en su tierra» pues «la solidez de su formación, la pulcritud extrema de sus versiones y, lo que es más interesante todavía, su acertado criterio interpretativo» le hicieron acreedor de todos esos millones de aplausos, «vivos y reiterados», que sonaron en su honor a lo largo de su intensa carrera musical.

Como compositor dejó escritas un buen número de obras de diferentes géneros y formatos, abundando obviamente las escritas para su instrumento, el piano. También para canto y piano, coro, violín y piano, flauta y piano, y otras formaciones camerísticas para diferentes tríos. Su estilo lo podríamos calificar de post-romántico, pues su uso melódico tradicional y la riqueza armónica llevando la tonalidad hasta sus últimas consecuencias cromáticas le sitúa en un lenguaje parecido a los autores franceses de tal estética e incluso en la órbita del alemán Max Reger, pues sus reminiscencias brahmsianas, tal y como acertó a señalar Almandoz, son apreciables. No obstante hay que destacar un uso muy pertinente de la polifonía y el contrapunto, así como de diferentes efectos pianísticos y rítmicos plenamente situados en la época en que fueron escritas estas interesantes piezas.

Ojalá la publicación y edición de este CD sea el primer paso para recuperar su obra completa, pues pocos autores como Medina Labrada pueden explicar mejor la música de su época y el contexto artístico de España que, gracias a su inigualable maestría y su excepcional sensibilidad, dejaron muy alto el panorama intelectual de la época que le tocó vivir.



martes, 27 de agosto de 2024

UN CENTENARIO OLVIDADO: EL POEMA DE UNA SANLUQUEÑA, DE JOAQUÍN TURINA (1924)

 

A pesar de haber asistido la propia alcaldesa a la entrega de la documentación al Conservatorio por parte de la familia Turina el pasado 17 de julio de 2024, ni el Ayuntamiento ni ningún otro colectivo cultural han organizado acto conmemorativo alguno para celebrar la efemérides.


Salvador Daza Palacios

[Publicado por Diario de Jerez el 10 de septiembre de 2024

https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/centenario-olvidado-poema-sanluquena-joaquin-turina_0_2002363087.html]


En este verano se han cumplido cien años del estreno en Sanlúcar de Barrameda de una obra inmortal y magistral de la música de cámara española: El poema de una sanluqueña, para violín y piano, del compositor sevillano e hijo adoptivo de la ciudad de la manzanilla, Joaquín Turina (1882-1949).



El 15 de julio de 1924 llegó el maestro a Sanlúcar, donde acostumbraba a pasar algunos veranos en la casa de su amigo José Colom, un palacete hoy arruinado y abandonado, en la calle Regina. Le recogieron en la estación de tren de Jerez un grupo de amigos que le traerían en “auto” hasta la ciudad, donde permanecería una semana «con una sensación infinita de bienestar».


Tras el clamoroso éxito conseguido dos años antes por el estreno de su Sonata pintoresca para piano Sanlúcar de Barrameda, op. 24, en el salón de plenos del Ayuntamiento, la visita de Turina en este año de 1924 tenía un objetivo primordial: el estreno de su composición para violín y piano ya citada, numerada con el op. 28 de su catálogo y que dedicó “a las muchachas de Sanlúcar”. Para llevar a cabo este estreno absoluto, don Joaquín había elegido a un joven violinista sanluqueño, Manuel Romero López, que entonces destacaba como músico de unas potencialidades extraordinarias, al igual que otro sanluqueño de excepción a quien Turina también promocionó: el pianista Antonio Lucas Moreno, que llegaría a ser catedrático de piano en el Conservatorio de Madrid y que fue un constante propagador de la obra del compositor.

La estancia veraniega de Turina en este año 1924 pasaría «entre el estudio con el violinista Manuel Romero y deliciosas meriendas en Bajo de Guía». El concierto de estreno de la obra tendría lugar el 20 de Julio en el desaparecido Teatro Reina Victoria, en la Calzada. Tras el triunfo y la cordial y calurosa acogida de la obra, se celebró una «opípara cena en el Nº 2, hotel sanluqueño», situado en la calle Ancha.

De izquierda a derecha: Pepe Colom,
Abelardo Sánchez, un desconocido y el violinista
 sanluqueño Manuel Romero López, que estrenó
"El poema" con Turina al piano
  

Al día siguiente se repite el concierto, esta vez en sesión privada, al que solo un grupo de oyentes privilegiados tuvo la fortuna de asistir. Curiosamente, entre ellos estaba Julián Cerdán, no sólo por músico y colega del compositor sevillano, sino por ser vecino de la familia Colom, pues es sabido que el antiguo director de la Banda Municipal vivía en la calle Regina, muy cerca de la hermosísima casa solariega en la que veraneaba Turina, situada enfrente de la calle Santa Ana. Así lo explicará el propio autor: «En la noche del día siguiente se repite el concierto en el patio de la casa de Colom. Entre otros, asisten el curita Badanelli y su padre; Cerdán, señorita de Benito, compositora sevillana; Rojas, Abelardo, Romero, Rosario y Asunción Delgado Ñudi». Esta última parece haber sido quien inspiró la obra, pues consta en las memorias de Turina que había sido quien pronunció una frase «doliente» que llegó al corazón del maestro: «Las sanluqueñas se quedan solteras, porque los sanluqueños se casan con las forasteras».

Joaquín Turina con la cantante Lola Rodríguez Aragón

El 22 de julio se volvería Turina hacia Sevilla en el vapor San Telmo, dejando una estela de armonías y bellezas impregnadas en los corazones sensibles de los sanluqueños de buena voluntad, a los que regaló su inspiración artística y su genialidad sin pedir nada a cambio. Tras este acontecimiento, la obra viajó hasta Londres, donde fue estrenada por el propio compositor y la violinista francesa Lydia Demirgian. Desde la capital del Támesis volvió para interpretarse por primera vez en Madrid, en el Teatro de la Comedia, donde ratificó el éxito obtenido por la pieza en sus anteriores interpretaciones, pues había llegado el eco a través de la prensa inglesa.

Según la crítica, El Poema «es la obra de un maestro conocedor de los procedimientos y modalidades modernas, y literariamente es el ensueño de un poeta que siente intensamente los ardores del alma andaluza. Se trataba sin duda de unas las composiciones más bellas y completas del notable compositor». En enero de 1925 se volvió a repetir la obra a principios de año en Sanlúcar, en el salón bajo del colegio de los Escolapios, donde el maestro fue homenajeado una vez más, por las emotivas palabras de José Luis Acquaroni, quien le hizo ofrenda de unos objetos de escritorio y unos pliegos de más de cien firmas de mujeres sanluqueñas, que agradecían de esta forma el gesto del compositor de haber dedicado la inmortal obra a las «diosas de la ciudad de plata». El poema, desde entonces se ha grabado infinidad de veces por los más prestigiosos violinistas españoles y extranjeros, y se ha interpretado en miles de conciertos por todo el mundo. Esperemos que pronto podamos oírla de nuevo en Sanlúcar, para comprobar que no ha envejecido sino que se ha revalorizado más si cabe. Porque cien años no son nada.


Una de las muchas grabaciones existentes de esta obra


CHIPIONA TIENE SU HIMNO DESDE 1990

 

El Ayuntamiento decide convocar un concurso para elegir un Himno para la villa que ya existe desde 1990.


Salvador Daza Palacios.

Compositor.



Ante las noticias divulgadas por varios medios de comunicación, entre ellos el Diario de Cádiz, sobre la convocatoria por parte del Ayuntamiento de Chipiona de una especie de concurso para elegir un Himno de Chipiona, es mi deber como autor el desmentir que la preciosa villa gaditana no goce de una música que exalte sus muchas virtudes y bellezas, tal y como ha manifestado su alcalde en los últimos días.

Fue el 25 de noviembre de 1990 (como demuestra el programa que adjunto) cuando, en el Teatro Principal de Sanlúcar de Barrameda, la Banda de Música “Julián Cerdán”, el Orfeón “Santa Cecilia” y los miembros de la coral de Chipiona “Stella Maris”, estrenarían el Himno a Chipiona, cuya letra fue escrita por el ya fallecido poeta Juan Manuel Barba Mora (hijo predilecto de Sanlúcar de Barrameda y autor de la letra de su Himno a la Manzanilla) y la música por quien suscribe estas líneas. El concierto contó con la presencia oficial del entonces alcalde chipionero Luis Mario Aparcero, curiosamente el mismo que ahora dirige los destinos del Ayuntamiento, acompañado de su Delegado de Cultura y Fiestas.

El estreno de la obra, en forma de pasodoble andaluz, constituyó un gran éxito y animó a los dirigentes políticos chipioneros a instar a los protagonistas de aquella memorable jornada a repetir el concierto en la ciudad del moscatel. Pero esa invitación, a pesar de los reiterados recuerdos y peticiones, nunca se cumplimentó por quienes la habían realizado.

La convocatoria hecha por el Ayuntamiento chipionero del actual concurso supone un ejercicio de desmemoria y de falta de delicadeza con los autores e intérpretes de aquel estreno de 1990, pues, además, la obra se ha tocado en varias ocasiones por la misma Banda “Julián Cerdán”, en alguno de los conciertos que ha interpretado en la villa desde aquel entonces (uno de ellos, en la Parroquia de Ntra. Sra. de la O). Resulta además muy curiosa la convocatoria, ya que quien suscribe entregó gratuitamente un ejemplar de la partitura editada en 2023 a la Biblioteca Municipal de Chipiona, que, tras más de ocho meses, no ha tenido tiempo aún de integrar en su catálogo o base de datos bibliográfica dicha partitura, limitando así su consulta por quienes pudieran estar interesados.

Me reservo el comentar los aspectos concretos de la convocatoria y de la idoneidad del jurado nombrado al efecto, pues no creo que sea de interés para la cuestión fundamental que quiero que conste a través de las líneas de este blog: Chipiona tiene su Himno desde 1990. Solo hubiese hecho falta declararlo oficial llevando la propuesta al Pleno municipal, tal y como hizo el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda con su Himno a la Manzanilla (estrenado en 1947) que no fue oficial hasta 1994. Y haberle prestado, claro, la debida atención a su divulgación, pues si no se hace, así se convoquen todos los concursos que se quiera, será infructuoso. Lo demás son ganas de perder el tiempo y tratar con desdén a quienes pusieron toda su ilusión y su trabajo en realizar una obra con todo el cariño y la devoción que siempre le hemos tenido, tanto el poeta como el compositor, a la querida vecina ciudad de Chipiona.






lunes, 29 de julio de 2024

¿USTED TAMBIÉN TIENE (LAS) MANOS DE TRAPO?

EXITO ENTRE LOS LECTORES DE LA NUEVA NOVELA DE MARIA REGLA PRIETO


Escaparate de una librería de Sanlúcar de Barrameda (27 julio 2024)

(Publicado por Diario de Jerez el 1 de agosto de 2024: 

https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/manos-trapo-regla-prieto-daza_0_2002147644.html)

No creo que haya nadie que me pueda negar que una de las noticias literarias más importantes del año se produce en la noche del 6 de enero cuando se falla el prestigioso y veterano Premio Nadal en Barcelona. Este 2024 conmemoraba además su 80º Aniversario, por lo que la convocatoria tenía además el valor añadido de esta efemérides a la ya extraordinaria nómina acumulada de novelas y novelistas premiados desde 1944 en que se inició el certamen. Autores y obras del más diverso pelaje y tonelaje (literario, se entiende).

La concurrencia de candidatos este año fue máxima: más de 800 participantes provenientes de muchas partes del mundo, que fueron pacientemente seleccionados hasta dejar los máximos aspirantes o finalistas al galardón en solo cinco. Y la sorpresa para quienes seguimos la narrativa andaluza y gaditana fue que la novela Manos de trapo, de María Regla Prieto, escritora natural de Sanlúcar de Barrameda, había quedado finalista de dicho concurso.

Hubo de competir con otros cuatro escritores y escritoras de gran calidad, y lo tenía muy difícil. Aunque no consiguió el galardón, pues fue a parar a otro escritor muy bien relacionado con el jurado otorgante, María Regla Prieto ya había ganado por haber llegado hasta ahí, pues fue invitada a la cena en cuyo transcurso se comunica el fallo y se entrega dicho premio, viviendo así sin duda uno de los momentos más emotivos e importantes de su trayectoria literaria.

Manos de trapo, la novela finalista, fue finalmente publicada por la Editorial Renacimiento, cumpliéndose así la voluntad de la escritora sanluqueña de ser fiel a quienes confiaron en ella en los inicios de su prometedora carrera literaria. Desde entonces, la obra ha sido presentada en diferentes ciudades españolas, gozando siempre de una gran aceptación y de acreditadas críticas, como la realizada por el también novelista andaluz Juan Bonilla, que elogió la obra de Prieto con su peculiar ironía: Voy a correr a leerme el premio Nadal de este año porque si la novela ganadora es mejor que esta, sin duda que estaremos ante una obra maestra. Para Bonilla, Manos de trapo está escrita «con intensidad y limpieza», desarrollándose «con una naturalidad que disuelve lo extraordinario en lo cotidiano», como ocurre con las buenas novelas, pues Prieto consigue poner «en marcha la máquina del cuento que nos tiene atrapados página a página mediante una prosa limpia y seductora».

Pero el aval de los lectores y las lectoras que se han sumergido en sus hipnóticas páginas, son la mejor garantía de que estamos ante una obra excepcional. Una historia sin grandes aspavientos ni argumentos rebuscados. Un relato humano y humanizado, completamente esmaltado del lirismo poético que tan característico es de nuestra autora. Esculpe, talla y cincela la narrativa con bisturí y escofina con una precisión de orfebre, logrando una consistencia tan realista en los aspectos descriptivos que atrapa al lector más exigente. Se trata de un encuentro entre dos personas de muy diferente edad, inmersos en una soledad destructiva y miserable, castigados por una sociedad insensible, que vivirán en el mismo espacio una historia romántica y triste. Una joven, en los inicios de su vida y ya fracasada por amores imposibles, y un anciano frustrado y enfermo, que no encuentra ninguna razón para seguir viviendo. Otros importantes protagonistas del relato serían el antiguo caserón donde se desarrolla esta claustrofóbica historia, y la Música, que a veces pone el bálsamo calmante en una situación de tensión e intriga constante. 

El nivel de fascinación logrado por esta extraordinaria y magnífica historia es realmente soberbio. El equilibrio entre lo que se cuenta y la forma de contarlo es sin duda un rasgo de genialidad literaria que sería sin duda lo que seduciría al comité calificador del Nadal, como lo ha sido para los miles de lectores que ya han disfrutado de su magia. Como prueba de ello, vamos a extractar unas frases de elogio escritas por quienes se han apuntado al club de los manotrapistas, cuyos miembros están incluso requiriendo a la autora para que redacte una segunda parte y siga dándole vida a unos personajes tan atractivos e inolvidables. 

Aquí va una selección de comentarios:

La novela, espectacular!!! Me absorbió desde el principio hasta el final, que me lo comí.

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Sin adjetivos para definir esta maravilla... Me dejó la sensación que te dejan los buenos libros de “¡Ojalá pudiera volver a leerlo por primera vez!”... ¿Volveré a leer algo tan bueno?

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Tengo que decirte que el libro me encantó... Al final me produjo mucha ternura y paz. Tuvieron una preciosa relación, ella encontró la tranquilidad que necesitaba y el se fue con toda la paz del mundo, justo lo que necesitaba cada cual.

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Ayer terminé tu novela. Enhorabuena, es intrigante, romántica y toca un tema qué nos afecta y preocupa a todos. Me ha gustado muchísimo.

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Acabo de leer el primer capítulo, después de comer, mientras tomaba el café. La escritura es una delicia. Ya sabes cómo escribes. Qué te voy a descubrir a estas alturas. La descripción física de la casa está acompañada de sugerencias misteriosas y espirituales, ancestrales. Todo queda suspendido en el aire de la casa: no hay interferencias de la realidad externa. Y lo mejor, la focalización interna a la hora de narrar. El lector descubre la casa en función de lo que la protagonista va viendo según camina, cruza el patio, sube la escalera, abre la trampilla y asume que ha encontrado el sitio que ansiaba. Todo esto es focalización interna, en narratología. Y está muy conseguido. Capítulo redondo: comienza con una llegada desde la calle, sigue con una subida a los cielos (el refugio real y simbólico que va buscando) y una bajada a los suelos, y una salida a la calle.

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Hola, amiga! Me ha encantado "Manos de trapo". Joooo, me lo he pasado genial. No quería ni salir y ahora me da mucha pena haberla acabado. Te digo la verdad: hacia tiempo que esto no me pasaba con una novela. Gracias, mil gracias!!

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Buenos días queridísima: !!Vaya pedazo de presentación bonita (exquisita) que nos regalasteis ayer!! Y tú libro que lo tenía leído hizo que aún disfrutara más, admirable el trabajo de tod@s.

Es un libro que invita al debate, a reflexionar sobre temas muy antiguos y demasiado contemporáneos. Enhorabuena, te felicito y sobre todo te abrazo. 


SALVADOR DAZA PALACIOS. 

DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA A BRUSELAS, PASANDO POR CATALUÑA

 

LA CONCERTISTA DE VIOLÍN ANITA PINET, UN GENIO DE LA INTERPRETACIÓN MUSICAL.

Salvador Daza Palacios

Doctor en Historia.

Conservatorio Profesional Joaquín Villatoro de Jerez de la Frontera (Cádiz)

[Ponencia presentada en el Congreso Internacional Contemporáneas: Políticas, trabajadoras y hacedoras de sociedad / coord. por Fundación Juana de Vega, Universidade de Santiago de Compostela, 2022 ]

Si exceptuamos los precedentes lejanos de la italiana Teresa Milanollo (1827-1904), la moravia Wilma Neruda (1838-1911) o la francesa Camilla Urso (1840-1902)1, y los más cercanos, en el tiempo y el espacio, de la intérprete valenciana Adelina Domingo (1883-1905), de Cristeta Goñi (1897- ?) y de Pepita Diéguez, pocas son las mujeres violinistas que alcanzaron notoriedad; y aún menos las españolas en el período entre siglos2. Y no precisamente por falta de jóvenes con talento, pues casi en paralelo al corto período de fama de la citada Adelina, surge otra violinista con unas cualidades fuera de lo común y que hoy día aparece prácticamente olvidada por la Historia3. Frente a ellas, la preponderancia de los ejecutantes masculinos, como Joan Manén, Fernández Arbós, Rafael Millán, Fernández Bordás, Manuel Quiroga, Alejandro Mirecki, Brindis de Salas, Joaquín Blanco Recio, Joan Massiá y otros muchos extranjeros (Blazer, Groskalki, Thibaud y el Rey del Violín, Jan Kubelik), convertirán en excepcionales a estas damas del violín. Eran tiempos en los que el talento arrollador de Pablo Sarasate había convertido los conciertos en espectáculo de masas, pues el artista navarro iba llenando teatros precedido de su gran fama internacional y de su insuperable técnica y musicalidad.

El célebre violinista Pablo Sarasate

También eran tiempos de niños prodigios que eran llevados por ciudades y pueblos en fatigosas tournés en los que la música clásica seguía siendo algo excepcional y debía compartir escenario en muchas ocasiones con el teatro, la danza o cualquier otro tipo de varietés. Pero también la publicidad hacía su trabajo y se promocionaban artistas a través de la prensa que luego conseguían llenar los teatros y, por tanto, producir rendimientos económicos a empresarios e intérpretes.

La primera noticia sobre las virtudes musicales de Anita Pinet Goudard (y de su hermana mayor, Margarita, pianista) se dan a conocer en un diario de Gerona4:


«El pasado domingo, gracias a la galantería de nuestro distinguido amigo don Enrique Roca, secretario de esta Diputación provincial, tuvimos ocasión de pasar una tarde deliciosíma. Llegó a noticia de varios amigos, [que] se encontraban en esta, en unión de sus padres, los señores de Pinet de San Lucas (sic) de Barrameda, sus hijas Margarita y Anita, de 11 y 7 años de edad, respectivamente, y como quiera que a algunos de los citados señores les constaba que dichas niñas son dos aprovechadísimas alumnas de la profesora de piano y violín doña Luisa Cavayer de Díaz, demostraron aquellos al señor Roca sus deseos de oírlas, y este y sus padres accedieron gustosos a la petición, reuniendo en la casa del primero a distinguidas familias, así como un buen grupo de amigos, entre los cuales nos contamos. Cuantos informes nos habían dado de las angelicales niñas Anita y Margarita Pinet y Goudard, las oímos con exceso confirmadas, y aun conservamos por entero la gratísima impresión que nos causaron, revelándose aquellas muñecas, artistas de corazón, verdadera esperanza para el arte. Anita con su violín nos cautivó, a Margarita la admiramos en el piano, tal es la precocidad de estas dos niñas. Nos hicieron oír las fantasías: «Tempo Cíe Fu», gavota, por C. Graziani-Walter; «L' Elisire d' amore», por Alard; «Le Barbier de Seville», por Alard; «Fantasía bolero», por Dancla; «Tarantelle», por Lauwens; «Pavana», de Lucena y el «Ave-María» de Gounod, que fueron ejecutadas con verdadera maestría, recibiendo a la terminación de cada pieza entusiastas elogios. También acompañaron al piano algunas piezas a la monísima violinista Anita, el notable profesor señor Vrada (sic) y nuestro amigo el señor Malagrida, tocando en el violín un hijo de este señor, niño de corta edad, cuyo nombre sentimos ignorar, una pieza que mereció muchos aplausos. Repetimos que pasamos una tarde agradabilísima, pues aún repercuten en nuestros oídos las delicadas notas que con la inspiración de dos verdaderos artistas arrancaban de sus instrumentos las casi invisibles manecitas de Anita y Margarita. Reciban sus padres, los señores de Pinet, nuestra enhorabuena, que hacemos extensiva a sus tíos los señores de Roca»5.


La segunda noticia que salta a la prensa sobre las virtudes musicales de Ana Pinet la publica en enero de 1901 el diario madrileño El Imparcial. Con el descriptivo título de Una violinista infantil, la información se hacía eco de que un periódico de Barcelona había dado cuenta del concierto efectuado en dicha ciudad «por la niña Pinet, de siete años de edad, la cual, según la publicación referida, es una verdadera esperanza del arte, pues toca maravillosamente el violín, a pesar de sus pocos años. Anita Pinet es hija de un acreditado negociante de Sanlúcar de Barrameda»6.

Una violinista española sin identificar en los años 20. 


Hemos podido localizar los datos sobre su año de nacimiento y orígenes de su familia. En el padrón municipal de habitantes de Sanlúcar de Barrameda correspondiente al año 1894 figuran como residentes en esta ciudad gaditana desde hacía cuatro años. Su padre, Ramón Pinet Escarpente, era empleado, nacido en Lérida en 1859. Su madre, de nacionalidad francesa, Ana Goudart Vallat, nacida en Sete (Hernault) en 1872. Por razones que desconocemos, viajaron desde Francia hasta Sanlúcar, pues su primera hija, Margarita, nace en 1889 en la misma ciudad de su madre. Y los dos hermanos siguientes, Luciano y nuestra violinista, Ana, ven la primera luz en la desembocadura del Guadalquivir. El primero en 1891 y ella en 1892, en concreto el 4 de diciembre7. Los orígenes andaluces de su nacimiento y crianza son ocultados por la prensa regional, pues unas fuentes sitúan a Ana como nacida en Gerona y otras como natural de Lérida. De lo que no hay duda es de que el matrimonio formado por Ramón Pinet Escarpente y Ana Goudard Valat vivió durante al menos doce años en la ciudad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, residencia motivada, según parece, por el trabajo del padre de Anita, que en 1896 era miembro vocal de la directiva del Nuevo Círculo de Sanlúcar8. En esta ciudad gaditana nacieron al menos tres hijos suyos, hermanos de Ana, Ramón (1894) Dolores y Mercedes (gemelas nacidas en 1900).

Otra célebre violinista de la época

En agosto de 1901, Anita comparecerá en una actuación pública organizada en el Teatro Principal de Sanlúcar de Barrameda. Consistió en un espectáculo de varietés muy del gusto de la época, en el que se incluyó la esgrima profesional a cargo de los maestros Merelo Casademunt y Desiderio Ferreira, con diversas exhibiciones de combates y asaltos. Ello se complementaría con un concierto musical de lo más variado. El acto se celebraría a beneficio de las escuelas de primaria que se iban a construir en la barriada Bajo de Guía. En la primera parte intervendría la banda de música del Regimiento de Infantería de Granada, que interpretaría la obertura de Poeta y aldeano, de Suppé. Tras varios duelos a espada y florete, haría su aparición en escena la jovencísima Anita Pinet con su violín, acompañada al piano por su profesora, Luisa Cabayé9, que interpretarían la obra Cantabile et bolero, op. 22, de Jules Danbé (1840-1905). Tras un nuevo desafío a espada, le tocaría el turno a la marcha de la ópera Juana de Arco, de Verdi, interpretada por tres jóvenes pianistas, en un curioso arreglo a seis manos. Las pianistas intervinientes eran las hermanas Mercedes y Josefa García Rodríguez10, María Antonia Caraballo11 y Mercedes del Prado12. Individualmente también actuaron Mercedes, que interpretó la Polonesa n.º 3, de Chopin, y su hermana Josefa, que lució sus magníficas habilidades con el tercer movimiento del Concierto n.º 1 de Mendelsshon y la excelente Rosalía Colon13, que ofreció su gran arte pianístico con el Grand Scherzo de Louis Moreau Gottschalk y la Deuxieme Mazurk de Benjamin Godard14.

En la crónica/crítica posterior se recogió:


«En este número del programa se distinguió notablemente en el piano la señora Cabayé y su discípula Anita Pinet con el violín, interpretando Cantabile et bolero»15.


Parece ser que tras estos primeros éxitos, los padres de la joven artista se decidieron a matricularla en una buena Academia musical en la capital de Andalucía. Así se deduce de la información sobre los exámenes puestos por la Filarmónica Sevillana a su alumnado en junio de 1903, en los que se destacaron las altas calificaciones obtenidas por Anita, pues en Solfeo de tercer año obtuvo sobresaliente y en cuarto año de violín, sobresaliente por unanimidad. Eran compañeras suyas en esta academia las jóvenes sanluqueñas Concepción Ñudi y Ruiz de Somavía, que obtuvo la misma calificación en Solfeo y en Piano por unanimidad, y María Gutiérrez y Díaz de Rávago, que también obtuvo sobresaliente en segundo de Piano16.

Una de las pocas fotografías que se conservan de Ana Pinet,
que fue publicada por una revista de su época


Dos años después, en 1903, el primero de agosto, la prensa sanluqueña mostró su entusiasmo porque en los días siguientes llegaría a la población procedente de San Fernando la banda de música de Infantería de Marina, de San Fernando, que tocaría todas las noches en el paseo de la Calzada. Dada la fama de la que tal formación venía precedida, todos los aficionados estaban ansiosos por oírla17. Y precisamente en estos mismos días, los días grandes del veraneo sanluqueño, se anunció una velada literaria y musical en la que intervendría Anita Pinet que, tras su actuación dejó admirados a todos en el espectáculo, que se celebró en el Teatro Principal de Sanlúcar con el fin de recaudar fondos en beneficio del Sanatorio Marítimo de Santa Clara, en Chipiona. El corresponsal, Díaz Pareja, dijo: «Todos los señores que tomaron parte en la fiesta han sido calurosamente felicitados, y muy especialmente la angelical niña Anita Pinet, que causó la admiración del público, haciendo con el violín prodigios de ejecución»18.

Según la crónica publicada en El Guadalete, hubo tal demanda de entradas para el concierto que se agotaron horas antes de iniciarse, produciéndose los consiguientes disgustos. La velada comenzó con la intervención de la citada Banda de Infantería, que interpretó la obertura de Guillermo Tell, de Rossini, que tuvo tanto éxito que hubo que repetirla. Tras un discurso de veinte minutos pronunciado por el escritor local José Ruiz de Ahumada, actuaron las jóvenes pianistas Luisa Cavayé, que interpretaría al piano la Romance sans paroles “Luite du cour” de un autor desconocido para nosotros, Saint Rose. Clara Peralto19 interpretaría en el piano la Serenade de Gounod con la colaboración de Rafael Reig, a la flauta, y José Colom Mateos al violín. Caridad Rodríguez Zambrano tocó la Fantasía sobre motivos de La Favorita, de Gottschalk. Y la violinista Anita Pinet, «que mereció por su inspiración y por su acierto los aplausos de la concurrencia», interpretó con el acompañamiento de su profesora, la Fantasía de Aires Nacionales, de Carretero. En la segunda parte intervino el profesor en Medicina, Manuel Jiménez de Castro, con una disertación sobre la utilidad pública de los Sanatorios. Tras él, la señorita Peralto tocó la Rapsodia húngara n.º 6 de Franz Liszt. A continuación, Walzer, de Sarasate-Piacevoli, por la Cavayé, con el acompañamiento de flauta y violín de los ya citados Reig y Colom. Tras ello, la joven Sacra Corbellini20 tocó de memoria el gran estudio para piano Tremole, Op. 58, de Gottschalk, que provocó la admiración de todos los asistentes. Tras otros números interpretados «por los artistas de afición» ya mencionados, la Banda de Infantería interpretó el “Ballet-pantomime” Les noces d’ Arlequin, Op. 73, una obra del compositor francés Francis Thomé (1850-1909) dedicada a su maestro, el célebre Ambroise Thomas (que quizás por eso figura equivocadamente como autor). «Y a ruegos de varios amantes de Euterpe, la banda interpretó después el Ave María de Gounod, que le proporcionó una verdadera ovación». El periodista terminaba felicitando a todos los intervinientes y dando la enhorabuena al alcalde, Leopoldo del Prado, y sus colaboradores «por este espectáculo tan culto y tan benéfico»21.

La música de cámara comenzó a abrirse terreno en los teatros y salones
desde principios del siglo XX


Don Arbidio Pulet, periodista y corresponsal de El Liberal, escribió con detalle la crónica del espectáculo y aventuró el gran porvenir que esperaba a nuestra intérprete:

«Produjo verdadera admiración en el auditorio ver a la niña, que cuenta diez años de edad, tocar el violín. Se comprende. La niña Pinet es un prodigio. Lo que hoy hace es anuncio para ella de un porvenir artístico risueño. No es la primera vez que la pequeña artista ejecuta ante el público. A los cuatro años llamó ya la atención por su desenvoltura en el manejo del difícil instrumento.

En Madrid, Barcelona, Sevilla, Cádiz y Jerez ha tocado ante numerosa concurrencia en distintas ocasiones. Anoche confirmó una vez más las singulares aptitudes de que está poseída. El público la aplaudió con entusiasmo. Merecen sinceros plácemes su profesora, la señora Cavayé y los padres de la precoz concertista»22.


La formación de Anita siguió ampliándose y creciendo, a la vez que su prestigio artístico cada vez mayor. Su nombre ya era muy conocido en los círculos musicales y era frecuente que se contara con ella para cualquier evento de relevancia en Sevilla. Así, el sábado 10 de marzo de 1907 se celebra un concierto organizado por el Orfeón Sevillano en honor de sus socios protectores, en el Salón Piazza23. El programa era «escogido y variado» y, además de la citada formación coral, tomarían parte en el concierto las señoritas Sacramento Corbellini, Eloísa y María Gómez y Ana Pinet». No hemos podido localizar la crónica del citado concierto.

El 22 de septiembre del mismo año, Anita Pinet intervendría en el segundo concierto organizado por la Sociedad Artístico-Musical de Sevilla, que tenía su local en la calle Sierpes, 8. En este concierto, el protagonista indiscutible sería el compositor sevillano Joaquín Turina (1882-1949), que entonces comenzaba su carrera. El programa lo integraban una obra para piano de Dupont, el Quinteto para piano y cuerdas op. 1 de Turina, con la participación de los señores Carretero, Castillo, Font, Ochoa y el propio autor al piano. En tercer lugar, dos números de Iberia de Albéniz y un vals de D’Indy, por el mismo pianista. Y para cerrar la velada, la intervención de la joven promesa, «la señorita Pinet», acompañada al piano por Manuel del Castillo, que interpretaría el Séptimo concierto de Beriot, una de las dos Romanzas de Beethoven y la Serenata, de Franz Drdla. El piano Pleyel que se utilizaría había sido cedido por D. Luis Piazza.

El pianista y compositor sevillano Joaquín Turina (1882-1949)


En la crónica del acto se le otorgó el protagonismo a Joaquín Turina, pero no se olvidó de la excelente intervención de nuestra violinista24:

«Anteanoche se celebró el concierto organizado por la Sociedad Artístico musical con el cual se inauguró el salón donde acaba de establecerse.

La concurrencia era numerosa y distinguida. El éxito de la velada fue para el distinguido compositor señor Turina, el cual puso de manifiesto los avances que ha dado en su difícil carrera. Un quinteto suyo, que ya obtuvo un premio en París, le reveló anteanoche a sus paisanos como un músico de gran inspiración, de exquisito gusto y de originalidad subyugadora.

Con el señor Turina compartió el éxito la señorita Pinet, notable violinista, también sevillana, cuya ejecución brillante en unos momentos, delicadísima en otros, la coloca en el número de los artistas escogidos. La señorita Pinet saldrá en breve para Bruselas, a fin de perfeccionar sus estudios. (..)

La última parte del concierto estuvo reservada a la señorita Pinet, la cual interpretó el difícil 7º Concierto de Beriot, una sentimental Romanza de Beethoven y una Serenata de Drdla. La joven violinista demostró su excelente educación musical, salvando todas las dificultades de agilidad, doble cuerda, pizzicatos y armónicos.

El público pidió que ejecutara otras piezas, interpretando el conocido Zapateado de Sarasate, y repitiendo a continuación la Serenata.

En suma, una velada agradabilísima, que ha dado ocasión a los aficionados sevillanos para aplaudir los méritos del joven compositor señor Turina y de la notable violinista señorita Pinet».


Pues, tal y como aseguraba la crónica, Ana Pinet marchó a Bruselas a estudiar en el Royal Conservatoire. Allí se había matriculado en la clase de violín de César Thomson, además de recibir la conveniente formación complementaria en lenguaje musical (teoría y lectura)25. Inició sus clases a principios de octubre de 1907. Pero sólo estuvo dos cursos en este prestigioso centro docente, pues en mayo de 1909 acabó sus estudios de manera irregular, pues al no haber aprobado un examen no pudo obtener diploma alguno.


César Thomson, profesor de violín del Real Conservatorio
de Bruselas, maestro de Pinet.

Estos estudios no le impidieron a Ana seguir actuando en los períodos vacacionales, pues en 1908, y en plena canícula veraniega, se anunció un concierto excepcional para la celebración del 15 de agosto, con motivo de la festividad religiosa y a beneficio del “Consultorio de niños de pecho”. El acto tendría lugar al aire libre, en el patio de la Casa Lonja y en él participarían Ana Pinet y los señores Palatín, Torres, Turina y Castillo, junto con una Orquesta Sinfónica26.

El programa era el siguiente: La Obertura de Der Freischutz de Weber, por la orquesta bajo la dirección de Fernando Palatín. Tras ella, el Concierto para violín y orquesta en sol menor de Max Bruch, con la intervención como solista de Pinet. A continuación, Joaquín Turina interpretaría unas piezas de Dupont y dos números de Iberia de Albéniz (El Albaicín y Triana). Tras él, la orquesta tocaría la suite de La Arlessienne de Bizet, Después, Turina y Torres ejecutarían la suite Dolly de Fauré (piano a cuatro manos). El concierto se cerraría con una nueva intervención de Ana Pinet al violín, interpretando, junto al piano del maestro Manuel del Castillo, los Aires bohemios de Sarasate y la orquesta atacaría a continuación como final la Invitación al vals de Weber, cerrándose pues el concierto con el mismo autor que lo inició.

El 12 de septiembre de 1908 la prensa local sevillana destacó la actuación que Pinet había tenido en la Sociedad Artístico-Musical, donde había intervenido en un recital junto con otros intérpretes. Se da la circunstancia de que en este mismo local actuaría pocas semanas después los músicos sevillanos Fernando Palatín y Joaquín Turina.


Entre estas actuaciones, la familia Pinet Goudard no cesaba de viajar y sobre todo de visitar a su familia en Cataluña. Tras estos primeros años de formación musical en Sevilla, encontramos a Anita Pinet de nuevo en Girona de paso para Bruselas, a donde iba pensionada por la Diputación provincial de Sevilla para proseguir sus estudios de violín en el Real Conservatorio27. Y con solo 14 años. La prensa local celebra su llegada a la ciudad, pues se trataba de una «aclamada violinista que desde su infancia ha demostrado gran precocidad en el difícil arte. Es probable que durante su corta estancia en nuestra ciudad se organice, con carácter íntimo, un concierto en el que la Srta. Pinet, podría hacer gala de sus facultades. De veras celebraríamos que se confirmase la noticia»28. Pues así fue finalmente, pues Anita ofreció un concierto en el salón del Casino Gerundense. El acto tuvo carácter privado, y el redactor lamentó no poder dar cuenta detallada de él por no haber asistido; pero podía decir «que cuantas personas pudieron oír a la joven artista están contestes en que se trata de una violinista de extraordinario mérito»29.


Al año siguiente se repetiría la misma secuencia, pues Anita apareció por Girona junto a su familia, de paso para Bruselas. Ya es nombrada como alumna y «habílisima violinista» del citado Conservatorio belga. Y, de nuevo, aprovecharía su corta estancia en la ciudad para ofrecer un concierto íntimo que tendría lugar otra vez en el Casino Gerundense30. En esta ocasión el redactor del diario liberal sí pudo asistir y ofreció al día siguiente una detallada crónica31:


«Ante numerosa y distinguida concurrencia, dio ayer noche en los salones del Casino Gerundense su anunciado concierto la futura eminencia artística, Anita Pinet; y decimos futura eminencia, porque artista de alma que siente y hace vivir las notas ya lo es hoy, faltándole tan solo acabar de formarse para ocupar el preeminente puesto que indudablemente ocupará.

Unos seis años hace que por primera vez y en reunión íntima tuvimos ocasión de oír a la señorita Pinet y ya entonces pudimos predecir que aquel cuerpo de niña albergaba el alma de una gran artista; los conciertos que el pasado año y ayer noche ha dado en el Casino confirman la certeza de nuestro augurio. El alma asoma ya, y la artista está en camino de llegar a la meta.

El Concierto de Mendelsohn, modelo de sentimiento, pieza llena de dificultades y por su mucha extensión causa miedo a muchos profesores, fue interpretado por la Srta. Pinet de un modo acabadísimo por todos conceptos; y los Aires bohemios de Sarasate, que solo ejecutan los artistas ya consagrados por la fama, fue dicho con una fidelidad incomparable. Las demás piezas que constituían el programa merecieron también la más exquisita interpretación.

La señorita Pinet fue aplaudidísima y recibió muchas felicitaciones a las que deseamos una la nuestra, extensiva también al maestro Sr. Oliva, que acompañó con su acostumbrada habilidad a la joven artista».


El concierto fue tan celebrado que gozó incluso de varias críticas. El Diario de Gerona comentó: «Anteanoche la señorita Rosita (sic) Pinet, aventajada violinista, acompañada al piano por el maestro señor Oliva dio a conocer en el Casino Gerundense los progresos realizados desde el año pasado, que permiten augurarle un glorioso porvenir artístico. Fue calurosamente aplaudida por !a concurrencia que llenaba los salones del Casino»32. Para el Heraldo, el acto contó con una «distinguida concurrencia» que se había congregado «para poder oír a la aventajada alumna, y con seguridad futura gran artista». El motivo de hacer una parada de varios días en Gerona de paso hacia Bruselas, donde iba a terminar su educación musical, era el saludar «a la parte de su familia que aquí reside». Esta era la del sobrino de su padre, secretario de la diputación de Gerona, Enrique Roca Pinet y su hermano Joan, célebre arquitecto33. A decir del cronista,


«….la señorita Pinet se dedica al violín con singular aprovechamiento, por lo que se le ha visto hacer extraordinarios progresos en el dominio de este hermoso instrumento. Hábilmente acompañada al piano por el reputado maestro Oliva, tocó en dicho concierto Serenata y Humoresque de Dvorak con delicada interpretación; después tocó el Concierto de Mendelsohn siendo de admirar en su ejecución la vigorosidad de mecanismo que no decayó ún instante a pesar de contener esta obra tres tiempos a cual más erizado de dificultad, por lo que es reputada como de verdadera prueba para un concertista; y, por último, tocó con gran maestría una Danza húngara de Brahms, y Aires Bohemios de Sarasate, que, como todas las obras de este malogrado artista, es de un tecnicismo insuperable.

La joven artista dejó bien impresionado al auditorio que premió su labor con entusiastas aplausos y felicitaciones, que hizo extensivas a la familia por el brillante porvenir que en el mundo del arte espera a la señorita Pinet, y al maestro Oliva por el acierto y gusto con que colaboró al buen rato pasado en la velada, que terminó con unas piezas de baile en obsequio a las distinguidas damas y gentiles señoritas que asistieron á la misma»34.


El prestigio artístico de Anita Pinet siguió creciendo y en 1909 ya actuaba en Barcelona en solitario en el Teatro Tívoli. En un anuncio publicitario de un diario de la capital catalana se recoge la presencia de nuestra artista, «la eminente concertista, gloria española y admiración de los profesores del Conservatorio de Bruselas»35. En otra de las gacetas, en su sección teatral se anuncia que la actuación en el Tívoli supone su debut en Barcelona. Que la concertista tiene sólo 16 años, que es «la discípula predilecta de los profesores de Bruselas» y que Sarasate, tras haberla oído, le dedicó «grandes elogios». Dado que era la primera vez que se presentaba ante el público barcelonés, el gacetillero no dudaba que su aparición constituiría «un verdadero acontecimiento»36.

Se publicó su foto en diversas revistas de la época.
Fue una artista muy reconocida.


Pues así fue. Según la crítica aparecida dos días después, y titulada precisamente “Concierto Pinet en el Teatro del Tívoli”, el firmante, M. J. B. (Marc Jesús Bertrán37) se congratulaba de la artista elegida para solemnizar la inauguración de la temporada de invierno. Pero lamentaba, por otra parte, que «la música selecta» que se ofreció y que a algunos les supo a poco, a otros les resultó un suplicio38:

«Existe un público especial que siente predilección por la «milonga» y el «garrotín», que se pirra por ver dos «apaches» sugestionándose groseramente o una bailadora culebreando y retorciéndose como epiléptica. A ese público, que con tal de que le brinden el espectáculo de un baile acepta aunque sea «el baile de San Vito», hay que soltarle un «Orfeo» para acallar sus aullidos. Afortunadamente ese público está en minoría, y el otro, el que «sabe distinguir» cuando se le da ocasión de solazarse, de ennoblecerse con la audición de música elevada, la aprecia y agradece, si no con madurado criterio, a lo menos con respetuosa corrección. Anoche, en el Tívoli, expansionáronse esas dos modalidades del auditorio. Los sin modales aullaron; los discretos, después de aquilatar el placer de una fruición artística refinada, aplaudieron. Y, aunque hemos apuntado las dos opuestas manifestaciones, nos complace consignar también que fueron en mayoría, en una gran mayoría, los que aplaudieron. No menos merecen la intuición artística y la cultura musical de la señorita Anita Pinet, una linda gerundense, que tañendo el violín puso de relieve su buen gusto y su esmerada educación en el difícil arte de Paganini. La señorita Anita Pinet, como intérprete de la obra escrita, es de una dicción pulcrísima, de un corrección refinada; pulsa hábilmente y maneja el arco con soltura y agilidad. En nuestro concepto, su dicción, correcta como hemos dicho, es algo superficial, algo fría. Esta circunstancia, sobradamente excusable dados los pocos años de la gentil concertista, púsose más de relieve en el «Concierto en mi menor» (op. 64), de Mendelssohn, que interpretó acompañada por la orquesta, muy bien conducida por el maestro Pérez Cabrero. En la «romanza» de Sarasate, que tocó acompañada al piano por el señor Molgosa, tuvo algunos arranques más desembarazados, de emotividad más intensa. De todos modos, la señorita Pinet, que posee bellas cualidades para llegar a ser una concertista notable, se acreditó anoche más de notabilísima ejecutante que de «genial» intérprete, como se dijo. No le cuadra el calificativo de precoz; tampoco es «eminente concertista», pero llegará a serlo».


En otra de las críticas del mismo recital, se deja constancia de que en el Tívoli se presentaban como atracción «notabilidades de todo tipo». Entre ellas «la jovencita violinista gerundense Agneta Pinet, que la bautizaron en los carteles con el nombre de sublime». En esta crónica se reafirma lo dicho por el crítico anterior, pues asegura que «si aún no lo resulta, va por buen camino, si no se enfría lo que ya sabe». Las obras que interpretó Pinet ponían a prueba su sólida escuela de violín, y, aunque tocaba con seguridad, fraseaba poco y el arco no tenía aún «la fuerza necesaria». También incide el reportero en que el público se dividió en dos bandos: «los que siente con fruición la música buena y los que no están más que por el tango, la jota y el can-can». Por desgracia, estos últimos no mantuvieron el silencio respetuoso que se debía a la «incipiente artista», demostrando así carecer de la cultura necesaria para asistir a espectáculos de ese tipo. Por fortuna, la otra mitad del auditorio ahogó con sus aplausos los silbidos y demás demostraciones de desagrado de los groseros ruidosos39.


Unos siete meses después, Anita volvió a actuar en Barcelona. Ya casi consagrada como intérprete célebre y «distinguida violinista», actuaría para los socios en el local del «Orfeo Catalá». Le acompañaría en el piano Miguel Oliva40. En el programa figuraban obras de Wienawski (Concierto en re menor) Sarasate y Saint Saens41. Aunque no está firmada, es más que probable que el mismo Bertrán, crítico de La Vanguardia, fuera de nuevo el encargado de valorar su actuación, pues vuelve a titular la reseña como “Concierto Pinet”:

«Personalidad si no definida, pues aún es joven la distinguida violinista Anita Pinet, bien prometedora de lograrla, dadas sus buenas condiciones demostradas en las obras ejecutadas en el concierto que dio en el Orfeó Català. Las cualidades características del virtuoso se adivinan en la joven artista: dicción franca y afinación diáfana, que unidas a la belleza de un tono dulce y expresivo dieron a la ejecución de las composiciones del programa una buena interpretación. Asimismo es digna de hacerse notar entre las condiciones de la joven artista la distinción de su arco, que, a pesar de ejecutar obras de carácter puramente técnico, como «Zigeunerweisen» (Op. 20) de Sarasate, no desciende nunca a efectos de dudoso gusto, además de mantenerse la interpretación dentro la mayor cuadratura. Todo esto pudimos admirarle en el «Concierto en re menor» y «Scherzo-tarantelle», de Wieniawski, y «Rondó caprichoso», de Saint Saëns; mas en donde la artista nos sorprendió, admiró y aplaudimos con más entusiasmo, fue en la preciosa «Gavota rondó», de Bach, ejecutada fuera de programa, para acallar los aplausos con que el público premió la labor de la señorita Pinet, aplausos que con mayor entusiasmo se repitieron al final de esta composición, interpretada con verdadero conocimiento. En la tarea de acompañante, el señor Oliva demostró también sus cualidades, valiéndole la aprobación del público»42.


Tras este éxito, nuestra concertista actuó en Sabadell43. En una función celebrada en el Teatro Euterpe, hizo su presentación «la joven concertista de violín Anita Pinet, discípula del Conservatorio de Bruselas». Interpretó tres piezas de concierto en las que la joven artista, según la crónica, «demostró el completo dominio de dicho instrumento, extraordinaria agilidad y temperamento artístico». Su actuación constituyó, una vez más, un gran éxito, pues el público le aplaudió «con entusiasmo, obligándola a salir al palco escénico al terminar el concierto».


A la vista de sus repetidas y seguidas actuaciones cuesta trabajo imaginar el régimen de clases lectivas que recibiría Ana Pinet en Bruselas, pues nuestra protagonista no cesaba de viajar. A principios de 1911 se anuncia de nuevo en la prensa local un «brillante concierto» suyo en el Casino de Manresa (Barcelona), y se le define como «joven y gentil violinista, discípula del Conservatorio de Bruselas»44. Pero no se comprueba si esta actuación tuvo lugar en los inicios del año citado, pues hasta el 15 de julio no hay confirmación de su próxima comparecencia en dicho Casino45. En la información se añade que «la señorita Pinet ha dado en estos últimos meses, importantes conciertos en diversas capitales españolas, siendo objeto de los unánimes elogios de la prensa. Su presentación en esta ciudad es esperada con ansia por los aficionados a las bellezas del arte musical».

La dimensión artística de Pinet llegó a tal nivel que ya se codeaba con los más afamados intérpretes de su época. Ya vimos como compartió escenario en Sevilla con el compositor y pianista Joaquín Turina. Y ahora, en conexión perfecta con el otro polo del nacionalismo musical español, con los pianistas leridanos Ricardo Viñes (1875-1943) y Enrique Granados, también célebre compositor (1867-1916). Viñes siempre volvía por su ciudad natal en las Fiestas de mayo, y en 1911 no iba a ser menos. Había acordado en París con Granados que coincidirían ambos ese año en su patria chica para ofrecer un concierto a sus paisanos. La prensa de la época nos cuenta que fueron numerosos los actos públicos y las muestras de reconocimiento pero, sin duda, el más destacado fue el concierto que ofrecieron juntos en el Teatro de los Campos Elíseos. La prensa estaba muy motivada con el acontecimiento. Y anunció la presencia en el recital de «la notable violinista leridana Anita Pinet»46. El repertorio incluía piezas a 4 manos y, en la parte central, Granados interpretó fragmentos de Goyescas entre los que cabe destacar “El fandango del candil”, dedicado precisamente a Viñes. Pero lo que nos interesa más en este momento culminante es la intervención en este mítico concierto de nuestra joven violinista Anita Pinet acompañada al piano por Amalia Prim47, que se medía con tales intérpretes internacionales y de tanto talento y prestigio.

Cartel de la actuación de Pinet en Lérida con los maestros Viñes y Granados


Al año siguiente, dado el éxito obtenido, se intentó repetir la cita pero no fue posible. Granados cayó enfermo y no pudo viajar hasta Lérida, aunque estaba anunciado en el cartel de la Fiesta Mayor. Además de Ricard Viñes, también tocó el guitarrista Emili Pujol que se encontraba casualmente en Lleida. En 1915 Granados volvió a Lleida por última vez, poco antes de su desgraciada muerte al año siguiente.


La última actuación en España que hemos podido recoger de la violinista Pinet fue para la Asociación Musical de Barcelona en el ciclo de Conciertos de Cuaresma. Corrió a cargo de «las señoritas Juana Aleu, Anita Pinet y Josefa Figueroa, así como del maestro José Codol. Anita ejecutó la parte de violín de las obras Sonata en do menor y Concierto en re mayor, de Beethoven, y Leyenda, de Wienawski, demostrando en dichas producciones, según el crítico Alard, «poseer una correcta escuela de este instrumento». Aunque «en la dicción» el gacetillero citado le encontraba «algunas particularidades discutibles», sin especificar éstas cuales podían ser. Aunque, tratándose de una artista joven, confiaba en que dichas circunstancias «serían convenientemente subsanadas». La señorita Figueroa, en el piano, fue una buena colaboradora de la violinista Pinet, ya que la secundó muy notablemente en su acompañamiento al piano48.

Tras este concierto barcelonés aparecen algunas pistas más sobre nuestra intérprete. En el padrón municipal de vecinos de Girona correspondiente al año 1915, aparecen su madre y sus hermanas Margarita (soltera, 25 años) Dolores (15 años) y Mercedes (15 años)49. Pero ni rastro de Ana y de su padre, Ramón. Otras noticias que pueden dar una orientación fiable sobre su paradero son las informaciones publicadas en El Mercurio, diario de Valparaíso, Chile, y en la revista Sucesos, del mismo país, en las que se recoge que entre abril de 1914 y diciembre de 1916 Pinet formaba parte del trío Lasheras, integrado por Ana Pinet, el flautista Juan Reyes y el profesor Eduardo Lasheras, que habían actuado con gran éxito en el Teatro de la Comedia, en el Club Viña del Mar y en el salón del Hotel Central de Valparaíso.

Ana Pinet en Chile con el Trío Lasheras

Aunque de momento no hemos logrado encontrar ninguna información más sobre su fulgurante trayectoria artística. Todo parece indicar, teniendo en cuenta que Chile se localizan descendientes de esta familia, que Pinet se quedó definitivamente en este país sudamericano.  Pero desgraciadamente ha sido imposible seguir la pista de esta excepcional intérprete, pues sus datos se pierden en las brumas de la historia. Eran tiempos en los que las mujeres no podían dedicarse plenamente a la interpretación musical ni hacer carrera profesional en este ámbito, a no ser que optaran por la enseñanza musical. La competencia masculina, por una parte, y la llamada de sus supuestas obligaciones sociales como madre y esposa anulaban cualquier iniciativa que en este sentido pudieran tener. Así que desde 1917 no hemos vuelto a saber nada más de esta excelente violinista, por más indagaciones que hemos hecho.

Ana Pinet Goudard fue una niña prodigio nacida en una ciudad gaditana cuyo ambiente no propiciaba la instrucción musical de los instrumentos de cuerda como el violín. Pero parece que el hecho de haber nacido en el seno de una familia singular, formada por un padre catalán y una madre francesa, dio lugar a una excepcional sensibilidad y talento artístico que se desarrolló con dificultades y retos, pero que logró medirse y compartir con los grandes genios de la Música Española, tales como Joaquín Turina, Ricardo Viñes o Enrique Granados.


NOTAS

1 “Mr. Frederick Luer respectfully announces that Madame Camilla Urso, the celebrated violinist, will give a short series of grand concerts….” En Internet Archive. (https://archive.org/details/cihm_17590/page/n3/mode/2up) Consultado el 17 de marzo de 2020.

2 ESPERANZA   Y SOLA, José Mª: Treinta años de crítica musical...Madrid, 1906, tomo 3, pp. 385 y ss.: “La violinista Domingo”, que fue originalmente publicado en La Ilustración Española y Americana del 8 de julio de 1898. Hernández-Romero recoge en su trabajo a las siguientes: Manuela Aspra, Carmen Betancourt, Onia Farga (que estudió con Mathieu Crickboom) Rosa Izquierdo (alumna de Monasterio) Julia Roger, Melania Tellechea (alumna de F. Arbós) y Luisa Terzi. Con carreras desiguales, todas se enfrentaron a la predominio absoluto del hombre en este instrumento, pues sólo a partir de 1874 se comenzó a aceptar alumnas, aunque ya lo estudiaban Roger e Izquierdo. La primera fue premiada en el Conservatorio de París en 1880 y, según Bretón, tenía «una cantidad y cualidad de sonido extraordinaria» (HERNANDEZ-ROMERO, Nieves: Formación y profesionalización musical de las mujeres en el siglo XIX. El Conservatorio de Madrid. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2019, p. 139 y Apéndice, p. 461 y ss). Evidentemente habría que añadir a otras que brillaron en otras ciudades del país donde la enseñanza musical femenina se abría paso. (Dolores Palatín y Luisa Cavaye, en Andalucía)

3 PICAZO GUTIÉRREZ, Marina: “Vidas, hechos y otros asuntos: la figura de las mujeres en la historia del violín”. Melómano: La revista de música clásica, ISSN 1136-4939, Vol. 24, Nº. 249, 2019, págs. 20-24.

4 La Lucha, 16 de octubre de 1900, p. 3

5 La Lucha, Gerona, martes, 16 de octubre de 1900, p. 3.

6 El Imparcial, Madrid, domingo 6 de enero de 1901, p. 3

7 AMSB, Padron municipal general de habitantes. Año 1894. T. 2, p. 417. El día y mes su de nacimiento consta en su expediente académico conservado en Bruselas, en el Royal Conservatoire.

8 El Guadalete, 3 de enero de 1896, p. 2.

9 Su nombre aparece con “b” y con “v”. En 1903, Luisa realizó un ofrecimiento a la Academia de Música de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla para impartir la enseñanza de violín, pues no existía esta especialidad en el centro. No fue aceptado su ofrecimiento y hasta 1911 no comenzó a impartirse, estando a cargo de Fernando Palatín Garfias, que también daba clases de violonchelo y contrabajo. (CANSINO GONZALEZ, J. Ignacio: La Academia de Música de la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del Pais (1892-1933). Diputación de Sevilla, 2011, p. 174) En 1907, Luisa Cavayé se casa con el joven industrial jerezano José Buyosa López. La boda se celebra «en el domicilio del joven y estimado convecino Rafael Díaz Márquez». (El Guadalete, 3 de septiembre de 1907, p. 2).

10 Las hermanas Garcia Rodríguez figuran como profesoras de piano de la Academia de Música “Santa Cecilia”, de Sanlúcar. Esta Academia fue fundada por José Mazón y Charlo, bajo la dirección de Rafael Tomasi Requena, director de la Real Academia “Santa Cecilia de Cádiz”, bajo la protección del Ministerio de Fomento. En la publicidad de esta Academia se indica que las hermanas citadas son «Primeros premios de dicha Real Academia». También figura como profesor de instrumentos de arco, D. Francisco Javier Caballero, Director de la Academia de Bellas Artes de El Puerto de Santa María. (CABALLERO, José Antonio: Guía de Sanlúcar, 1905)

11 Maria Antonia Caraballo y Campos obtuvo el premio por unanimidad en 7º año de Piano en la Real Academia Santa Cecilia de Cádiz en 1905, junto con otras alumnas. (La correspondencia de Cádiz, 13 septiembre de 1905, p. 2)

12 Mercedes del Prado y Mosquera era hija de Leopoldo del Prado, quien sería alcalde de Sanlúcar durante varios años. También, al igual que Caraballo, estudiaba Piano en Cádiz en la Academia Santa Cecilia. En 1913 tuvo su primer hijo tras casarse con «el rico propietario sanluqueño» Manuel González Romero (La Información, Cádiz, 27 octubre de 1913, p. 2). Es de suponer que tras este matrimonio abandonó su actividad musical.

13 De ella da unos excelentes informes Francisco Cuenca: «Nacida en Sanlúcar de Barrameda. Pianista distinguida, estudió con el célebre maestro húngaro Óscar de la Cinna, díscipulo de Czerny. Su carrera artística fue corta, pues prefirió dedicarse a la enseñanza; pero su alma era tan artista y conocía tan a fondo la literatura musical que puede afirmarse estaba dotada de una gran erudición. Cultivó el género romántico prefiriendo en sus recitales las obras de Schumann y Chopin. Concretada su labor a su localidad no ha sido todo lo conocida y apreciada a que tenía legítimo derecho por sus méritos. Cuenta con discípulos tan eminentes como Antonio Lucas Moreno y fue compañera de estudios de la célebre pianista doña Pilar Fernández de la Mora, catedrática del Real Conservatorio de Madrid. Rosalía Colom falleció en 1918. (CUENCA, Francisco: Galería de músicos andaluces contemporáneos. La Habana, 1927, p. 64)

14 El Guadalete, 23 de agosto de 1901, p. 2. Sobre el pianista y compositor Gottschalk, se puede consultar mi artículo sobre el concierto que realizó en Sanlúcar de Barrameda en 1852 para los duques de Montpensier (DAZA PALACIOS, Salvador: “Un concierto del pianista Un concierto en Sanlúcar del célebre pianista y compositor Gottschalk” En https://pasionsanlucar.org/un-concierto-en-sanlucar-del-celebre-pianista-y-compositor-gottschalk-1852)

15 El Guadalete, 25 de agosto de 1901, p. 2

16 El Liberal, Sevilla, lunes 6 de julio de 1903, p.1.

17 El Guadalete, 1 de agosto de 1903, p. 2.

18 El Noticiero sevillano, miércoles 26 de agosto de 1903, p. 3.

19 Clara Peralto Almendárez aparece en Gaceta de Madrid del 9 de noviembre de 1907 como una de las aspirantes a obtener una plaza de profesora de Música para la Escuela de Magisterio de la Universidad de Sevilla. Después fue profesora del Conservatorio sevillano. (ABC de Sevilla, 21 de Noviembre de 1937, p. 24) Falleció en esta misma ciudad el 29 de diciembre de 1967 a la edad de 82 años (ABC de Sevilla, 7 de Enero de 1969, p. 62. Esquela). Nació, por tanto, en 1885 y contaba con 18 años de edad cuando realizó su actuación en Sanlúcar.

20 Aunque en la noticia figura como Castellini, debe ser Corbellini. Se trata de María Sacramento Corbellini Frigerio, quien también aparece como opositora para la plaza de profesora de Música en la Universidad de Sevilla, al igual que Clara Peralto. En noviembre de 1906 fue nombrada para el puesto por el ministerio de Instrucción Pública (El Guadalete, 21 de noviembre de 1906, p. 3). En 1923 aún aparece como profesora especial de la Escuela Normal de Maestras de Sevilla (Heraldo alavés, 22 agosto de 1923, p. 2)

21 El Guadalete, 23 y 28 de agosto de 1903, p. 2

22 El Liberal, Sevilla, jueves 27 de agosto de 1903, ed. de la mañana, p. 2.

23 Diario Sevilla, 9 de marzo de 1907, p. 2

24 Diario Sevilla, martes, 24 de septiembre de 1907, p. 2

25 Mensaje recibido en mi correo desde la Biblioteca y Archivo del Royal Conservatoire de Bruxelles con fecha 14/11/2020 firmado por la bibliotecaria, M. Olivia Wahnon de Oliveira.

26 Diario Sevilla, sábado 15 de agosto de 1908, p. 1.

27 No hemos encontrado ninguna referencia en la prensa belga sobre ella. Sí sobre un colega suyo, catalán de Barcelona, Joan Massiá i Prats, que culminó sus estudios de violín con un gran éxito. (Heraldo de Tarragona, 19 de julio de 1906, p. 2. L’Independance Belge, 14 de noviembre de 1908, p. 3). Por otra parte, no hemos podido localizar el acuerdo de esta pensión señalada por la Diputación sevillana en el Archivo de dicha institución. Solo, en las actas de 1907 (Sesión de 7 de mayo, f. 17v) la concedida a Margarita Moreno Caballero, que solicitó una ayuda económica para perfeccionar sus estudios de piano en el Conservatorio de Madrid.

28 La Lucha, 26 de septiembre de 1907, p. 2

29 La Lucha, Gerona, 30 de septiembre de 1907, p. 2.

30 La lucha : órgano del partido liberal de la provincia de Gerona: 1 de octubre 1908, p. 2.

31 La lucha : órgano del partido liberal de la provincia de Gerona: 2 de octubre 1908, p. 2.

32 Diario de Gerona, 3 de octubre de 1908, p. 9-10.

33 Se dio la curiosa circunstancia de que Joan Roca, quien durante la República fue militante de Esquerra Republicana de Catalunya, fue depurado tras la Guerra civil por las autoridades franquistas y condenado al destierro a más de 1.000 kilómetros de Girona. Y fue a parar precisamente a Sanlúcar de Barrameda, donde elaboró diversos proyectos de obras a partir de 1942. (GÓMEZ DÍAZ-FRANZÓN, Ana: Arquitectura del veraneo y su época en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1900-1936, Sanlúcar, Aseha, 2011, p. 254-255)

34 Heraldo de Gerona : periódico de avisos y noticias: 8 octubre 1908, pp. 2-3.

35 El Diluvio : diario político de avisos, noticias y decretos: Barcelona, 28 sept. 1909, Ed. de la mañana, p. 2

36 La Publicidad : eco de la industria y del comercio, diario de anuncios, avisos y noticias: Barcelona, 26 Septiembre 1909, Edición de la mañana, p. 5.

37 CORTES I MIR, Francesc: “El contexto lírico en la prensa de Barcelona entre 1859 y 1936”. En Jose Ignacio SUÁREZ GARCIA et al. (eds.), Música lírica y prensa en España (1868-1936): ópera, drama lírico y zarzuela (pp. 343-358), Oviedo: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 2018, p. 343-358. La identificación, en la p. 352. Marc Jesus Bertrán (Barcelona, 1877-1934, fue musicólogo, crítico musical y escritor. Ejerció su colaboración en La Vanguardia y en El Día Gráfico. Inició en Barcelona un Museo del Teatro y de la Música, del cual fue conservador. Publicó varios libros. (https://www.enciclopedia.cat/ec-gec-0009607.xml. Consultada el 25 de febrero de 2020)

38 La Vanguardia, Barcelona, martes, 28 de septiembre de 1909, p. 8.

39 La Veu de Catalunya, Barcelona, dimars, 28 de setembre de 1909, p. 4: “Teatre Tívoli”

40 Miquel Oliva i Vilar (1880-1922) fue un pianista y compositor gerundense. (BRUGUÉS i AGUSTÍ, Lluis: La Música a la ciutat de Girona (1888-1985), Univ. de Girona, 1998, V. I, p. 188)

41 La Vanguardia, Barcelona, domingo 17 de abril de 1910, p. 4.

42 La Vanguardia, Barcelona, miércoles, 20 de abril 1910, p. 10

43 La comarca del Vallés, sábado, 3 de septiembre de 1910, p. 8: “Concertista”.

44 La comarca del Vallés. Diario de avisos y noticias. Eco de los distritos de Tarrasa, Sabadell y Granollers. Tarrasa, martes, 3 de enero de 1911, p. 4

45 La comarca del Vallés, sábado, 15 de julio de 1911, p. 8: “Insigne artista”.

46 La Vanguardia, lunes, 17 de abril de 1911, p. 4: “Noticias de Lérida”

48 El Diluvio: diario político de avisos, noticias y decretos: Barcelona, 23 marzo 1912, Ed. de la mañana. Crítica firmada por Alard, p. 22

49 Vivían junto con algunas personas más en C/ Santa Clara de la citada ciudad de Girona. Mercedes y Dolores eran nacidas en Sanlúcar de Barrameda, como su hermana Ana.