Por Salvador Daza Palacios
Cuenta una leyenda de la ciudad
italiana de Tarento que la mordedura de la tarántula acarreaba la muerte, a
menos que el afectado o afectada bailara hasta el agotamiento para poder
expulsar el veneno por medio del sudor. De esta forma, el baile de la tarantela
suponía un remedio para evitar una muerte segura. Se trataba de una danza de
origen napolitano, extendida por todo el sur de Italia.
El tarantismo fue una enfermedad
muy extendida desde el siglo XIII al XVIII, causada por la picadura de la Lycosa tarantula, la araña más grande de
Europa. Actualmente, el tarantismo ha desaparecido pues no se considera mortal
la picadura, aunque la especie causante sigue existiendo.
En nuestro país, hacia 1772,
existían doctores especialistas en tarantismo en la Real Sociedad Médica de
Sevilla que defendían la maravillosa utilidad de la música para curar los
«prodigiosos efectos del veneno de la tarántula[i]». Uno
de ellos era el médico Juan de Pereira, socio de número y consiliario primero
de dicha Sociedad[ii], aunque existían pocos
testimonios de que se hubiesen realizado curaciones por este medio.
En 1785 se publicó el interesante
tratado de otro galeno llamado Irañeta, pero éste se decanta, como medio para
la curación de la picadura, por la sangría del afectado, para que así expulsase
los malos humores del tósigo, además de prescribirle aceites laxantes y otros
remedios terapéuticos como el vinagre, el alkali volátil y el agua de luz[iii]…
«Es muy sabida la práctica de
curar el Tarantismo con la música, y ciertamente cualquiera que se haga cargo
del poder que ésta tiene sobre nuestros nervios, como también de los efectos
prodigiosos que ha causado, y nos cuentan escritores de todas edades, no tendrá
por muy acertado el dictamen que absolutamente negase su virtud contra la
enfermedad de que hablamos».
Irañeta se
remonta nada menos que a Pitágoras, muerto 499 años antes de Cristo, para
justificar esta práctica musical. Y así lo recogían algunos autores, que
aseguraban la curación por este medio. Aunque reconocía que no era un método
infalible, ni mucho menos, «pues muchos mueren sin embargo de habérseles
socorrido con la música». Además, muy pocos conseguían la total curación por
este medio, pues los que sanaron gracias a este remedio volvían a recaer una o
dos veces cada año.
Por consiguiente, Irañeta se inclinaba
más por su propio método que por el remedio musical, pues era un método
«seguro, breve y cómodo», mientras que en el tradicional los enfermos
necesitaban para su curación de cuatro a seis días de música, así como de
movimientos continuados o saltos violentos, durante doce horas al día. Confiesa
en su tratado finalmente que lo había escrito para los «inteligentes» que lo
juzgarían con imparcialidad y que su método terapéutico no tenía «la más leve
adhesión a vulgaridades».
Otro tratado interesante sobre el
tarantismo es el de Francisco Xavier Cid[iv],
quien califica a la sonata de la tarantela como «cierto sonido armónico
bastante vivo y acelerado entre fandango, folías y canario, o una mezcla de
todas estas sonatas, muy propio y aún específico para excitar a los ya
moribundos infectos del veneno». Y estaba especialmente indicada para ello,
pues debía ser tocada de una forma rápida y muy rítmica: «ha de ser una música
viva e impelente, que eficazmente mueva los nervios del enfermo». Con todo
ello, Cid se convierte en un firme defensor de la musicoterapia, un método al
que consideraba como herramienta útil para la curación de diversas dolencias
que en su época no tenían un tratamiento específico, como aquellas en las que
«la razón se advierta desquiciada, formal delirio, o que domine vehemente
pasión». Y lo que era aún, mejor, sin dejar efectos indeseados o secundarios[v].
En otros tratados contemporáneos
se describe el tarantismo con los síntomas de depresión, fiebre y delirio. El
contagio del “éxtasis de la danza” producía histerias colectivas ya que pueblos
enteros se veían afectados y salían a bailar aunque las personas no hubiesen
sido picadas por araña alguna. Así parece que surgió la tarantela, con el fin
de conjurar los males del veneno y del mal en general mediante un baile muy
movido que se ejecuta al compás de seis por ocho.
En alguna zona de España se
afirmaba que el "Baile de la Tarantela" aliviaba los efectos de la picadura,
y también se aseguraba que si se acompañaba al herido con guitarras durante el
baile, la araña causante sintonizaría con los guitarristas que ejecutaban la
pieza, dado que muchos veían en ella un dibujo semejante a una guitarra.
Sin embargo, lo importante en el
tratamiento de dicha enfermedad era que el enfermo sudara profusamente para que
la ponzoña fuese eliminada. A veces se le daba a beber alcohol y cuando se
desvanecía era introducido en hornos muy calientes, lo cual le provocaba aún más
sudor. Muchas veces el final del tratamiento acababa con la muerte del afectado.
A algunos estudiosos la danza les recuerda el histérico baile de San Vito, algo
así como una locura colectiva que contagiaba a mucha gente[vi].
Según un manuscrito del siglo
XVIII existente en el Archivo Nacional, «cuando un hombre mordido por la
tarántula queda sin movimiento ni conocimiento, un músico prueba varios sones,
y cuando ha encontrado el que conviene al enfermo, se le ve empezar a moverse.
Primero mueve los dedos a compás, luego los brazos y piernas y después todo el
cuerpo. En fin se pone en pie y empieza a bailar, aumentando siempre la fuerza
y actividad. Hay quien se está sin parar bailando seis horas. Después se pone
en la cama y cuando se juzga descansado del primer baile, se le saca de la
cama. Se toca el mismo son y vuelve a bailar. Este ejercicio dura a lo más 6 ó
7 días, hasta que el enfermo se fatiga sin poder bailar más, lo que anuncia su
curación, porque mientras dura el veneno bailaría si se quisiera hasta morirse
de cansancio. Finalmente, poco a poco le vuelve el conocimiento y despierta
como de un profundo sueño, sin acordarse de lo que ha pasado durante su
enfermedad ni de la danza[vii]».
Sin embargo, en otro documento
del mismo legajo, el remedio que se prescribe para una muchacha afectada es totalmente
diferente: «si lo que padece es tarantela,
que mame leche de cabras a tarde y mañana, y cuidado que ha de ser mamada, que
no sirve ordeñada. Que coma de todo lo que quiera, y solo se guarde de comer
queso; que use del agua caliente a todo pasto, y si vomita, que beba hasta que
se le quede en el cuerpo el agua. Ésta se ha de calentar para todos en vasija
de barro nueva; que le toquen la vihuela; que le armen músicas y la diviertan».
Todo ello terminaría
confirmándolo un siglo después, de forma humorística y popular, el libreto de
Julián Romea para la magistral zarzuela “La Tempranica”, del maestro Gerónimo
Giménez (estrenada en 1900) en su archiconocido y divertido zapateado de Grabié
(que tiene un ritmo de 6/8 al igual que la tarantela italiana):
Grabié:
La tarántula é un bicho mú malo;
No se mata con piera ni palo;
Que juye y se mete por tós los
rincones
Y son mú malinas sus picazones.
¡Ay mare!, no zé que tengo
Que ayé pazé por la era
Y ha principiaito a entrarme
Er má de la temblaera.
Zerá q'a mí me ha picáo
Y estoy toitico enfermáo.
Por su sangre tan endina.
¡Te coman los mengues
Mardita la araña
Que tié en la barriga
Pintá una guitarra!
Bailando se cura tan jondo doló.
¡Ay! ¡Mal haya la araña que a mí
me picó!
No le temo á los rayos ni balas
Ni le temo á otra cosa más mala
Que me hizo mi pare;
Más guapo que “er Gayo”
Pero á ese bichito lo parta un
rayo.
¡Ay mare! yo estoy malito.
Me está entrando unos suores
Que me han dejaito seco
Y comío de picores.
Zerá que á mí me ha picáo
La tarántula dañina,
Por eso me he quedao
Más dergao que una sardina.
Lo ocurrido en Sanlúcar en 1907.
Siete años después del estreno de
tan célebre zarzuela, aún se daban casos de mordeduras de tarántulas en
Sanlúcar de Barrameda. Pero lo más sorprendente sin duda es que aún se aplicaba
el remedio musical para ello, aun a pesar de los avances médicos. Así lo relató
el diario madrileño El País,
haciéndose eco de lo publicado por un periódico sanluqueño en los primeros días
de julio de 1907:
SANLÚCAR. España pintoresca.— La tarántula
Leemos en un
periódico de Sanlúcar de Barrameda:
«Encontrándose
anteayer echada sobre un rastrojo de cebada en el campo de Cortés, del pago de
la Jara, la vecina de ésta, Carmen Ortega, de treinta años de edad, soltera y
natural de Chiclana, tuvo la desgracia de que le picara una tarántula en una
pierna, profiriendo grandes gritos por los agudos dolores que sentía.
Trasladada a su
domicilio de la calle Abades, antiguo horno de Lemos, manifestó deseos de ser
tratada por el procedimiento de la guitarra, siendo llamados al efecto los
profesores Pallares, Pecho y Pulet, que tocaron repetidamente la tarántula,
entrando la enferma en la excitación nerviosa como a la media hora, rompiendo a
poco en sudor copioso, y logrando sostenerse en agitación más de cuarenta y
ocho horas, con lo que los entendidos la suponen fuera de peligro.
La mujer en
cuestión es mandadera de la cárcel, y por su pobreza, todos los que han intervenido
en su curación lo han hecho por caridad[viii]».
El mismo año, y sin duda animado
por la exótica noticia de lo ocurrido en Sanlúcar, apareció en un diario de
Badajoz un delirante artículo titulado “Curación filarmónica”. En él, su autor
anónimo se hace eco, con un punto de humor, de los primeros experimentos de la
musicoterapia, o sea, de la curación de diferentes dolencias a través de la
música. Indicando a determinados compositores y obras como antídotos de
enfermedades o remedios eficaces para su alivio: «La verdad es que la famosa tarantela para guitarra cura en España,
en Andalucía sobre todo, a los picados por la tarántula[ix]».
Célebres compositores han escrito
tarantelas. La lista sería bastante larga. La más célebre sin duda, la de
Rossini. https://www.youtube.com/watch?v=5FsKXrLMB
Por su especial vinculación con Sanlúcar, donde actuó en varias ocasiones, también incluyo la magnífica "Gran Tarantella" del compositor y célebre pianista Louis Marie Gottschalk (1829-1869)
https://www.youtube.com/watch?v=E4Nkj7kF-3U
Además, el flamenco ha recogido
como uno de sus palos la “taranta”, cuya procedencia está por desvelar, pero
que quizás se pudiese tratar de una réplica andaluza del aire napolitano.
4. CID, Francisco Xavier: Tarantismo observado en
España con que se prueba el de Pulla, dudado de algunos y tratado de otros de
fabuloso. Y memorias para escribir la historia del insecto llamado tarántula,
efectos de su veneno en el cuerpo humano, y curación por la música con el modo
de obrar de esta, y su aplicación como remedio a varias enfermedades,
Madrid,
1787.
http://www.larruecadearacne.com/miscelanea.htm
(Consulta del 17 de Julio de 2007. 12:37h)
1 comentario:
Hola, estoy interesado en leer el artículo del Nuevo diario de Badajoz, trate de buscar la referencia en internet pero no lo hallé. ¿Existe la posibilidad de que me facilites un link de consulta o una versión digital a mi correo electrónico (zebrarojavz0@gmail.com)? Te lo agradecería muchísimo.
Por cierto, exelente artículo.
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