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Cada vez es más difícil encontrar en
las puertas de Sanlúcar esas verdaderas obras de arte que son las viejas aldabas
de hierro o bronce. Estos elementos artesanales presentes prácticamente desde
que el hombre decidió hacerse sedentario y poner puertas a sus casas, una vez
perdida su utilidad como llamador, han ido desapareciendo paulatinamente cada
vez que se sustituía una puerta o caía uno de los viejos caserones que poblaban
nuestro casco histórico, lo que ha provocado que estas piezas de gran valor
histórico y artístico se encuentren en peligro de extinción. Sin embargo, aún
podemos encontrar ejemplares únicos, auténticas piezas de museo conservadas gracias
al cuidado y el buen gusto de sus
propietarios.
El origen de nuestras aldabas parece
encontrarse en la antigua Grecia, fue allí donde comenzó a utilizarse una
argolla colgada a la puerta que hacía la función de llamador. Los romanos
añadieron a la argolla una placa de bronce especializándose los herreros en la
decoración de estas placas posteriores con variados motivos mitológicos, más elaborados cuanto más
importante fuera el edificio que debían proteger. Entre estos motivos
decorativos el que tuvo mayor difusión, predominando en la Edad Media, fue el
de la cabeza de león unida a la argolla que servía como llamador, como tirador
y, en las puertas de las iglesias durante ese periodo, para hacer efectivo el
derecho de asilo con solo asirse a ellas.
En la época bajomedieval y renacentista,
sobre todo en España, se fueron multiplicando y haciéndose cada vez más ricas y
elaboradas, no solo la placa sino, sobre todo, el martillo por la influencia de
las exquisitas creaciones de los herreros andalusíes. Los maestros forjadores
las creaban en función de la casa a la que iban destinadas; no había casa
distinguida que no tuviese su aldaba, de ahí el refrán “a tal casa tal aldaba”
y la locución “tener buenas aldabas” como símbolo de poder e influencia.
También había diferencias dependiendo de si el edificio era una vivienda o un
edificio público o religioso, como podemos comprobar aún en Sanlúcar donde se
puede apreciar una gran similitud entre las aldabas según pertenezcan a
bodegas, conventos o casas particulares.
Nuestras aldabas tienen gran influencia
de la tradición islámica como indica el mismo origen hispanoárabe de la
palabra, que significa “lagarta” haciendo alusión a su forma. Según la
costumbre árabe, se colocaban dos aldabas en las puertas, una para los hombres
de forma fálica (en la puerta derecha) y otra para las mujeres de forma
redondeada (en la puerta izquierda), sonando cada una de modo diferente para
saber si el que llamaba era hombre o mujer y, sobre todo, para saber quién
debía salir a abrir. De estas deriva la conocida aldaba en forma de mano
sosteniendo un fruto, tratándose de una evolución del símbolo popular árabe de
la mano de Fátima, usado como amuleto de protección doméstica contra el mal de
ojo hasta su prohibición en 1526, en que se obligó a cambiarlas por cruces
sobre el dintel de las puertas, debido a su extendido uso entre los moriscos. Estas
aldabas en formas de mano, que exportamos a toda Europa y América latina, merecen un capítulo aparte, tienen diferente
simbología según si son de la mano izquierda o derecha y según si el anillo está
en el dedo anular o corazón. Los lenguajes de las aldabas también son un
capítulo interesante.
En Sanlúcar, como decimos, quedan
pocas, es necesario tomar conciencia sobre su interés histórico-artístico y
poner en valor estas pequeñas obras de arte, protegiéndolas y fomentando su
recuperación antes de que desaparezcan
definitivamente.
A modo de pequeño catálogo de aldabas sanluqueñas mostramos
algunas de ellas identificando su ubicación.
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1 comentario:
Enhorabuena, Juan, por este interesante artículo. Lo he compartido en facebook y está gustando mucho. Saludos.
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