ANDRES ROMERO ESPINOSA, el fundador de una abundante saga
familiar, nació en Sanlúcar de Barrameda el 8 de Enero de 1806.
Hijo de Juan Romero y Victoria Espinosa, naturales también
de Sanlúcar, fue todo un personaje cuya vida coincide con los más importantes
acontecimientos ocurridos en la ciudad a lo largo del siglo XIX.
En 1824, tan sólo con 18 años, solicitó del alcalde de
Sanlúcar que se le reconociera como hidalgo, cuando tras el Trienio Liberal volvió
el absolutismo y por ende los
privilegios antiguos de la sociedad estamental. A pesar de reivindicar su
condición de hidalgo, no firmó su solicitud por no saber escribir. La petición
la hizo en virtud de unos complicados árboles genealógicos por los cuales
intentó demostrar que, por parte de madre, descendía nada menos que del
caballero Garci Pérez de Burgos, uno de los conquistadores de Jerez de la
Frontera, allá por el siglo XIII, que acompañó a Alfonso X el Sabio para
arrebatar la ciudad a los moros.
Para que defendiera su caso, nombró a un curador ad litem, ya que en aquella época hasta
los 21 años no se consideraba mayor de edad. Su madre, Victoria Villalobos
Espinosa Rendón, conocida por “La Dorada”, era la última descendiente de una
saga que al parecer había mantenido privilegios de hidalguía reconocidos desde
hacía más de 500 años. Otros muchos descendientes de tal caballero burgalés, al
parecer, también habían disfrutado de estas ventajas clasistas, que conllevaba,
por ejemplo, el no tener que prestar servicio militar y el estar exento de
pagar ciertos impuestos. Unos derechos reconocidos sucesivamente por todos los
reyes de la monarquía española desde la Reconquista.
Además, parece que su madre, al enviudar, se volvió a casar,
con lo cual Andrés quedó en una situación algo incómoda en el seno familiar. No
hay constancia de si se le otorgó la hidalguía o no, aunque si se le concedió
le duraría poco, ya que a la muerte de Fernando VII, en 1833, desaparecieron
estos privilegios. De lo que sí hay constancia es de su gran progreso en el
terreno económico y social. Se casó con una mujer de buena posición, María
Dolores Sánchez, y tuvo con ella nada menos que nueve hijos. Y aún tuvo humor
para casarse por segunda vez cuando ya era un respetable anciano al fallecer su
primera esposa. De esta segunda esposa no tuvo hijos. De estos nueve
descendientes provienen casi todos los Romeros actualmente existentes en
Sanlúcar que conocemos. O sea que todos tienen ese antepasado común, Andrés
Romero Espinosa, que falleció en 1886, con 80 años a cuestas, una edad bastante
avanzada para la época.
A su fallecimiento ya era propietario acaudalado y bodeguero
de cierto prestigio, dentro del próspero negocio familiar que entonces
abundaba. Vivía en la céntrica casa que había comprado unos años antes, el
número 36 de la calle San Juan (hoy nº 64) y que heredó su hijo Francisco
Romero Sánchez. Éste fallecería en 1897
tras haber incrementado el negocio bodeguero familiar e incluso tras haber
servido a la ciudad como concejal del Ayuntamiento durante varios años, destacando
su trabajo y mediación para conseguir los terrenos donde hacer posible la
construcción de la Fábrica de Torpedos que el Ministerio de Marina proyectó en
Bonanza, en 1881. Esta labor le valió
una condecoración otorgada por el rey Alfonso XII que aún conserva su familia.
Cuando Francisco Romero Sánchez falleció, dejó una fortuna a
sus tres hijos: María Dolores, Ana y Francisco Romero Viejo. Por una casualidad
azarosa (lo echaron a suerte) a éste último le tocó la propiedad de la casa
familiar de la calle San Juan dentro de su parte de la herencia. Como
curiosidad, enumero los bienes que
quedaron por herencia en su testamento:
-750 pesetas en metálico en su casa.
-Muebles de dicha casa, valorados en 300 pesetas.
-Bodega “La Callejuela”.
-Bodega “El Cañón”.
-Bodega “El Trabajadero”.
-Casa calle de San Juan, nº 36.
-Una parcela en la Calzada de la Pescadería.
-Una parte de bodega en calle Banda Playa.
-Una casa en el callejón “de los Félix”, en el Barrio de la
Balsa, haciendo esquina a la Banda Playa.
-Una suerte de viña de media aranzada en el pago del
Espíritu Santo.
-Otra, en el pago del Salto del Grillo, sitio de “La Pinteña”.
-Otra, en el mismo sitio (lindaban con tierras de los
hermanos Juan y José Buzón Saborido)
-Otra, en el Salto del Grillo.
-Otra, en el pago del Frejo.
Todas estas propiedades fueron valoradas y alcanzaron un
total de 120.000 pesetas. Así que cada heredero percibió 40.000 pesetas de
aquella época. La casa de la calle San Juan fue tasada en 13.500 pesetas.
Francisco Romero Viejo, mi bisabuelo, vivió en dicha casa toda su vida, junto a
su esposa, Carmen Muñoz, y tuvieron seis hijos y una hija (Francisco, José,
Rafael, Manuel, Luis, Juan y Carmen). Ésta última fue mi abuela, Carmen Romero
Muñoz.
Toda la fortuna heredada, por desgracia, en función de la
coyuntura económica de la época y a causa de las desgracias familiares fue
viniendo a menos. No fue una vida fácil la de esta saga, pues la epidemia de
gripe de 1917-1918, coincidiendo con la crisis producto del final de la Primera
Guerra Mundial, acabó con la preponderancia económica y social de los Romero
Viejo.
Francisco Romero Viejo, falleció
junto a dos de sus hijos, José y Paco. Poco después murió su esposa y otro
hijo, Rafael. De un hogar compuesto de nueve personas (matrimonio y siete
hijos) sólo quedaron cuatro en el plazo de casi tres años. Después de esto vinieron otras bodas y otros
duelos.
Mi tío abuelo Luis Romero Muñoz, hijo de Francisco, que fue
fundador del Orfeón Santa Cecilia y director de la Banda de Música de Sanlúcar,
se casó con una mujer diez años mayor que él. Su hermano Manolo se enamoró de
la hija de un fotógrafo sevillano, José Moreno Cortés, que había instalado su estudio
fotográfico en el patio de la casa familiar. Pero la muchacha, Amparo, tuvo la
desgracia de fallecer también poco después de prometerse con él, dejando en Manuel
una amargura que le duraría toda su vida. Por su parte Juan, casó con una
sevillana y se independizó muy joven.
Mi abuela Carmen se casó con Salvador Palacios Merino, el
mayor de dos hermanos huérfanos sanluqueños, que era una persona muy estudiosa,
inteligente y dicharachero. Obtuvo su título de Bachiller en la Universidad de
Sevilla y consiguió una plaza de funcionario municipal en el Ayuntamiento sanluqueño,
donde era muy apreciado. De ese matrimonio nació una hija única, mi madre, Carmen. La muerte
prematura de mi abuelo Salvador, en 1932, dejó a mi madre huérfana a los siete
años, con la única compañía de su madre y sus tíos Manuel, Luis y Juan.
Ella fue la última descendiente de esa línea de los Romero
que comenzó con Andrés Romero Espinosa. Pero han quedado otros muchos paisanos
y parientes provenientes de ese tronco común, del que quizá otras familias
o investigadores interesados pudieran averiguar más datos y de mejor calidad de los aquí aportados.
SALVADOR DAZA PALACIOS.
(Documentación utilizada: Escrituras familias conservadas de
la Familia Romero Muñoz)
2 comentarios:
Hola: Mi abuela se llamaba Herminia Triay Romero, sé que su mamá era de Cádiz (creo que de Sanlúcar) pero no sé su nombre. Ella llegó a México junto con sus padres y sus cuatro hermanas (Gregoria, Carmelina, Josefina y Mercedes, todas muy niñas. Me gustaría saber si tienes algún dato de esta rama de la familia. Gracias. Lucila Contreras
Hola, Lucila, hasta hoy no he visto tu comentario, mis disculpas. No tengo la información que me pides. Es difícil establecer los vínculos sin conocer el nombre de los antepasados de Herminia. Un saludo.
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